Ingo Volckmann necesita dar un golpe en la mesa. Salir de la cueva en la que hiberna desde hace tiempo y coger el timón de un Atlético Baleares que comienza a navegar a la deriva. Nadie discute la pasión ni el poderío económico del empresario alemán que ha permitido al club de la vía de cintura respirar a pleno pulmón y convertir un vertedero repleto de escombros en un estadio de fútbol... a base de varios millones de euros. Pero su apuesta (personal e intransferible) por Jordi Roger Ceballos tiene más tintes de cabezonería que de lógica. Porque no es normal apostar de nuevo por un técnico al que ya despidió hace un año y medio por los malos resultados –para sentarle junto a él en los despachos–, y que, por las circunstancias que sean, no tiene ese feeling con la hinchada necesario para revertir situaciones límite.
Hay personas que caen de pie y otras, que no. No hay un motivo concreto, pero sí pequeñas cosas que han viciado la relación entre la grada y el técnico. Ingo vive de espaldas a la realidad y debe asumir su cuota de responsabilidad. Ayer mismo corrió como la pólvora el rumor de que Jordi Roger había dimitido. Lo negaron el club y el propio entrenador. Quizás sea la mejor solución... Ingo no parece dispuesto a destituirle porque sería una forma de reconocer su error. Que la apuesta no ha salido bien. Aunque, a veces, no te queda más remedio que agachar la cabeza y aceptar que te has equivocado. Mezclar el colegueo con el trabajo no suele salir bien...