Las mujeres vivimos muchos duelos a lo largo de nuestra vida. Seguramente y obviamente los hombres también, sin embargo, puedo hablar en esta ocasión de lo que para mí han significado estos duelos y cómo los voy viviendo en las distintas etapas que me ha tocado vivir como mujer.
El primer duelo en nuestro cuerpo sucede cuando tenemos nuestra primera menstruación, cuando pasamos de ser niñas al universo de convertirnos en mujeres.
La menstruación es un primer duelo y un primer nacimiento. Morimos en el cuerpo de niñas y nacemos en el cuerpo de mujeres. El cuerpo a marcando los duelos y renacimientos.
Transitamos a la adolescencia que, como su nombre dice, se trata de un proceso que adolece, en el reconocimiento de todo lo que no somos y la definición de lo que queremos ser y cómo proyectar nuestra individualidad en el mundo. Son años de reafirmar esta identidad, que es justamente la que más adelante, cuando comenzamos el proceso de descubrimiento espiritual debemos comenzar a dejar morir.
Si nos volvemos madres en la edad adulta, también experimentamos un proceso profundo de muerte y vida. Nuestro cuerpo entero se prepara para gestar y dar vida y, a la vez, nosotras comenzamos a morir en la mujer joven e independiente que habíamos sido hasta ahora. Cuando nos volvemos madres el yo-sola, muere para siempre, nunca más una madre vuelve a pensarse en sí misma sin pensarse a través de los hijos. Nuestra vida deja de ser para siempre una vida propia para apoyar el crecimiento de la vida de otro ser.
Es el cuerpo, la corporalidad, la que crea este primer vínculo y es desde el cuerpo que debemos aprender a dejar ir y separarnos.
Este parecer suele durar varios años, los suficientes hasta sentir que los hijos pueden comenzar a volar por ellos mismos y entonces, nosotras experimentamos otro duelo, el duelo de volver a inventarnos a nosotras mismas más allá de la vida de nuestros hijos.
Además, probablemente esta etapa coincida con la menopausia, un proceso hormonal que, de nuevo, nos implica la muerte de nosotras de una forma para dar espacio que nazca la mujer madura. La menopausia vuelve a ser un momento de duelo y también de renacimiento.
Las mujeres somos cíclicas como lo es la luna, nuestros ciclos son constantes e infinitos y uno sigue a otro y debemos aprender a vivir cada uno de los ciclos desde la gracia y la gratitud de ser mujeres.
Muchas veces veo mi vida en ciclos y capítulos y siento que lo importante es saber abrir y cerrar cada uno de esos capítulos o ciclos con gratitud y claridad.
A veces nos aferramos a ciclos o capítulos de nuestra vida que ya no tienen vigencia y queremos arrastrarlos al presente causándonos dolor, sufrimiento y frustración.
La vida de una mujer es una constante despedida y a la vez una apertura a nuevas posibilidades. Morimos y renacemos, dejamos ir y damos la bienvenida. Nuestro cuerpo nos enseña, igual que lo hace la Madre Tierra a través de la estaciones.
La próxima semana, seguiremos ahondando en los duelos y nacimientos que viven las mujeres.
Sat Nam