«¿Cuántas veces has dicho 'sí' sin saber la pregunta y luego ha significado un gran momento en tu vida? ¿Cuántas veces un abrazo te ha regalado una paz inmensa? Y, piensa por un momento en aquel cruce de miradas en un bar cualquiera que significó conocer a una persona importante para ti. Cuando hablamos de momentos importantes, un segundo lo puede cambiar todo». Esta es la reflexión que lanza la coach de Salud, Marga Almarcha.
En este sentido, expone que «seguro que a muchos de nosotros nos ha pasado que hemos tomado decisiones que han hecho cambiar, en algún sentido, el transcurso de nuestra vida sin darnos cuenta y que han ocurrido en ese cerrar de ojos que significa un segundo. En nuestra vida diaria tenemos muchos ejemplos en los que nos hemos guiado más por la corazonada que por la razón y, aunque a veces el resultado no haya sido totalmente como nos hubiera gustado, si nos ha regalado un gran aprendizaje».
Almarcha reconoce que «todos somos conscientes de que es mejor tomar decisiones guiados por la razón, meditadas y habiendo estudiado pros y contras para intentar no equivocarnos mucho y, sobre todo, que las consecuencias sean lo más llevaderas posible en caso de no acertar. Pero en muchas ocasiones hay decisiones que, a priori, son el resultado de nuestra la intuición. Es decir, de una parte muy intuitiva nuestra que por una extraña razón parece señalarnos el camino. Y es, en ese preciso momento, cuando parece que nos ponemos al servicio de la vida, entregándonos a ella sin saber muy bien por qué, pero teniendo la certeza que ese es el camino que hay que seguir».
A su modo de ver, «son esas las ocasiones donde podemos elegir sabiendo que la vida es un suspiro y que en muchas circunstancias merece la pena asumir ciertos riesgos y exponernos a lo desconocido, si la respuesta va a ser un sí a la vida; porque el no, en muchos casos, ya lo tenemos. De ahí que, la intuición cobre un papel importante en nuestra vida como esa respuesta intuitiva que, sin saber cómo, nos orienta ya que está constituida en una combinación de nuestras experiencias pasadas, percepción, memoria, nuestra atención y, por supuesto, la emoción».
Por ello, la coach entiende que es fundamental «escuchar a nuestro cuerpo y estar atento a las sensaciones corporales que tenemos ante cualquier hecho, ya que nos hablarán de muchas cosas de una forma totalmente inconsciente». En este punto, expone que «las señales que nos puede enviar el cuerpo pueden ser muy diversas y van a depender del tipo de persona, pero sin duda muchas coincidirán en que han sentido como se les ha erizado la piel, un fogonazo interior, una paz inmensa o una voz interna con un mensaje muy claro. Esto nos sitúa ante la posibilidad de querer ser curiosos y dejarnos llevar, más allá de la información que tengamos del exterior sobre lo que está pasando. Quizá podríamos vivirla desde esa curiosidad y estar abiertos a lo que venga dejándonos sorprender, pero sabemos que en muchos casos no es así, sobre todo teniendo en cuenta que a nuestra mente le gusta tener las cosas bajo control y lleva mal la incertidumbre y lo desconocido. Por lo que hacer caso a la intuición nos pone en una situación en la que es necesario asumir ciertos riesgos».
¿Por qué en muchas ocasiones no hacemos caso a las corazonadas?
La coach explica que muchas veces no hacemos caso a las corazonadas «por nuestra necesidad de seguridad. Nos cuesta actuar sin tener toda la información y sobre incertezas, porque nos posiciona delante de ciertos peligros que, aunque no existan, nuestra mente primitiva puede estar viendo como amenazas reales. Ante eso, actuamos desde la prudencia y así protegernos».
En su opinión, «nos resulta más fácil actuar desde lo conocido, ya que a lo largo de nuestra vida y gracias a nuestras experiencias, hemos generado muchos patrones de comportamiento repetitivos ante determinadas situaciones y, cuando nos sacan de ahí, nos podemos sentir en territorio desconocido y no saber actuar. De nuevo, el miedo asoma para tocar una parte de nosotros. Otro motivo puede ser que vivimos muy cómodos en nuestra zona de confort y, decisiones tomadas en un segundo nos hace salir de ahí rápidamente; y eso, no lo llevábamos especialmente muy bien».
Almarcha argumenta que nos resulta «más fácil tomar decisiones meditadas, estudiando pros y contras, ya que hacerlo nos da seguridad. Hacer caso a la intuición nos supone ser rápidos en nuestra toma de decisiones, saltándonos este paso lo que nos lleva también a dejar, por un momento, el control; cosa que también nos cuesta. Aún así, hay muchas personas que se dejan llevar por la intuición, por esa fuerza que parece salida desde las entrañas y en la que la razón apenas tiene cabida, tomando buenas decisiones y donde el resultado ha sido mejor de lo que ellas mismas esperaban».
La coach concluye que «un solo segundo puede significar mucho: un sí o un no a tiempo, coger o no una llamada, decidir o no hacer ese viaje... Estas pequeñas decisiones nos llevan a una cascada de acontecimientos que desconocemos, pero que en muchos sentidos nos pueden cambiar el curso de nuestro día. El mismo acto de respirar, de inhalar y exhalar aire, se da en ese segundo que representa mantenernos vivos. Así de importante puede ser ese pequeño espacio de tiempo en nuestra vida, demasiado cómo tomárselo a la ligera».