Las poblaciones neolíticas del sur de la península Ibérica tenían un conocimiento científico incipiente y un genio creativo que les permitió crear soluciones innovadoras para levantar el dolmen de Menga (Antequera, Málaga); «una catedral gótica para el Neolítico» de cuya construcción da una interpretación diferente un nuevo estudio. El dolmen de Menga, de casi 6.000 años, son 32 piedras gigantes, la mayor de unas 150 toneladas, que forman techo, paredes y pilares.
Una de las primeras grandes construcciones de la Humanidad cuando solo se disponía de piedras, madera y cuerdas, y no se conocía la rueda ni la escritura. Un equipo español publica en Science Advances un estudio que propone una interpretación completamente innovadora de cómo se levantó el mayor monumento megalítico de la península Ibérica. Un proceso para el que sus constructores debían comprender conceptos fundamentales sobre una ciencia incipiente, contar con expertos artesanos en la madera, la cestería y la piedra, numerosa mano de obra para transportar las piedras y capacidad logística.
Una 'catedral gótica'
En Europa hay dólmenes más antiguos, pero son muy pequeños, «la planificación arquitectónica es menos complicada y diferente». Menga es, «por así decirlo, como una catedral gótica para el Neolítico», dice a EFE el geólogo del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) y primer autor del artículo, José Antonio Lozano Rodríguez. El sitio de los dólmenes de Antequera, incluido en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, comprende el tholo de El Romeral, la Peña de Los Enamorados, El Torcal, el dolmen de Viera y el de Menga, en el que se centra el estudio, es el más grande y antiguo.
La pirámide de Zoser, la más antigua de Egipto, es mil años posterior, precisa el investigador. Menga es «un ejemplo único de genio creativo y ciencia temprana entre las sociedades neolíticas». «Fue diseñado como un proyecto de ingeniería completamente original del que no conocemos precedentes en Iberia», señala el estudio, firmado también por el Centro Oceanográfico de Canarias y las universidades de Alcalá (Madrid), Sevilla, Granada y Salamanca.
La construcción del dolmen, de unas 1.140 toneladas, y el transporte de sus piedras desde una cantera a casi un kilómetro y con una pendiente favorable, requiere cierto conocimiento de geología, geometría, física elemental o incluso de esfuerzos portantes de las piedras; usaron además el principio del arco de descarga para el techo, trasladando con ello los pesos a los laterales. La investigación demuestra la capacidad de las sociedades neolíticas para desarrollar soluciones innovadoras basadas en un conocimiento científico incipiente.
Era gente «con muchísimo ingenio», que conocía los recursos del territorio, las mejores piedras para sus herramientas y la madera, destaca Lozano. Principios arquitectónicos y físicos El equipo combinó análisis arqueológicos, sedimentológicos, paleontológicos y petrológicos para conocer mejor la ingeniería de Menga, donde sus diseñadores aprovecharon varios principios arquitectónicos y físicos para manipular los materiales y hacer un monumento seguro y duradero. Lozano subraya el enorme tamaño de las rocas, de piedra blanda o moderadamente blanda, entre ellas la losa 5 (una de las que forman la cubierta).
Esa losa pesa unas 150 toneladas y es una de las mayores en Europa del fenómeno megalítico. «Nos preguntamos cómo demonios habían hecho para transportar eso y colocarlo sin que se rompa. De ahí viene todo nuestro estudio». El diseño soterrado del monumento, la colocación de pilares centrales, la realización de cortes con ángulos predeterminados en la base y los laterales de los ortostatos (las piedras que forman las paredes) para que se apoyen unos en otros o el principio del arco de descarga para repartir los pesos de la cubierta «indican toda la ciencia temprana que hay detrás».
Nuevas teorías sobre su construcción
La investigación rompe con algunas ideas sobre su construcción. Los fósiles incrustados en las piedras sirven para determinar que no fueron colocadas desde el exterior del dolmen -como siempre se ha pensado-, sino por el interior, desde un eje longitudinal, lo que evitaba construir rampas. Además, las piedras no se habrían transportado sobre troncos rodantes debido a su fragilidad, por el contrario, se habrían usado troncos fijos en el suelo sobre los que pasaba un trineo donde iban totalmente embutidas. «Una roca blanda no se puede trasladar de otro modo».
Todavía no se sabe con certeza cuánta gente vivía en el área de Antequera, «aún se siguen excavando yacimientos y quedan muchos más por descubrir», aunque se cree que reunió a gente de diferentes lugares, así es «como creen las ideas, el conocimiento y avanza la ciencia», apunta Lozano.
Un trabajo previo publicado por el investigador da cuenta del hallazgo de una herramienta usada para la construcción del dolmen cuya composición reveló que estaba hecha con arenisca procedente del campo de Gibraltar. Lozano hace hincapié en la importancia del dolmen de Menga y la necesidad de darlo a conocer. «Está por méritos propios a la altura (del monumento megalítico) de Stonehenge (Reino Unido)», pero el inicio de la construcción de este último es unos 800 años posterior.