La historia de las Islas Baleares tiene que ver ineludiblemente con el mar. El medio acuático ha cincelado el alma de sus pueblos, y ello se percibe a todos los niveles. El archipiélago balear ha sido históricamente un punto abonado para el comercio. También y de forma paralela, el contrabando ha sido largo tiempo una actividad regular. El negocio genera riqueza y también corrupción. Y como dijo una vez alguien, cada día nace un tonto, todo consiste en saber hallarlo. Hubo un tiempo en que un marino tuvo plena potestad sobre un pedazo de tierra muy lejos de su isla, Ibiza. Ese redol de arena es hoy en día parte de Barcelona. Esta es la historia de la Illa de Maians, y de su patrón, un mangurrián precursor de «nuestros muy honorables corruptos».
Ese último entrecomillado no es casual. Se añade a otras reflexiones interesantes: «curioso país donde el defraudador puede ser el héroe, y donde el simple trabajador no dejará nunca de ser un pringado». Tan elocuente comparación es pertinente, pues traza dos notas destacadas del personaje histórico que venimos a glosar. Las escribe el geógrafo catalán Albert Ventayol, autor de la publicación ...Y Colón se hartó de tanto turista. Geología del Puerto de Barcelona. Pero primero conviene delimitar de forma precisa qué es la Illa de Maians, o mejor dicho, qué fue. En la contracubierta de un recopilatorio de catorce cuentos el escritor barcelonés Quim Monzó describe L'illa de Maians (Quaderns Crema, 1985) en los siguientes términos:
L'illa de Maians era situada just enfront del barri barceloní de Ribera, quan la línia de costa —a l'època de Jaume I— era aproximadament on avui hi ha la plaça de les Olles i el carrer del Bonaire, o —a l'època d'Alfons el Magnànim— al llarg de l'actual avinguda del Marquès de l'Argentera. Es considera que a mitjan segle xv tenia una grandària, potser, com la meitat de la Barceloneta d'ara. A mesura que la terra va anar guanyant espai al mar —gràcies als al·luvions dels rius Besòs i Llobregat, i a la dinàmica litoral de sediments— l'illa de Maians va quedar, primer, unida a la ciutat pel moll de la Santa Creu i, finalment, integrada en terra ferma. Sembla ser que el límit més pròxim a la costa era, més o menys, l'actual carrer de la Maquinista.
Se dice que se llamaba así porque un comerciante con ese apellido usaba la zona para atracar sus barcos cuando iba a la ciudad a vender sus mercancías. Se dice también que esa usanza era en verdad un subterfugio para no pagar los aranceles e impuestos a la ciudad al atracar fuera de su ámbito de influencia. Esa es al menos la leyenda, la historia popular vinculada a este topónimo antiguo, de un lugar que hoy ni tan siquiera es visible o diferenciable del resto, al permanecer integrado en la zona que hoy ocupan los diques del puerto de Barcelona. Y pese a ello permanece guardado en un lugar de la memoria colectiva.
A pesar de que la Illa de Maians no fuera aparentemente más que un pedazo de tierra a cien metros de la costa continental, un cúmulo de bancales formado por los sedimentos arrojados por los ríos en su desembocadura, sí fue relevante para la formación del puerto de Barcelona. De hecho fue capital. El progresivo avance de la línea de playa había dejado a los capitanes sin apenas espacio físico donde amarrar. Fue en esa época, a finales del siglo XV, cuando convencieron a uno de los mejores ingenieros, un auténtico prodigio en la construcción de puertos, el genovés Stassi de Alejandría, una eminencia de su tiempo.
El aclamado especialista diseñó un espigón que unió el islote del comerciante ibicenco medieval a tierra firme, y de este modo se empezó conformar la península que hoy en día es el barrio de la Barceloneta. Todo un barrio de alma pescadora asentado sobre la antigua isla usada por un solo comerciante componen una imagen más que sugerente.
Volviendo a Ventayol sabemos que «cerca de Maians, durante la excavación de un parking en 2008 se descubrieron a 6 metros de profundidad los restos de una nave de procedencia atlántica –el claveteado de la quilla así lo indica- que se hundió en esta zona alrededor del siglo XIV», un hallazgo que demuestra la conexión comercial de ambas riberas.
«La unión entre la ciudad y Maians en 1477 mediante un espigón, supuso el origen del actual puerto: el moll de la Santa Creu», precisa, con las Reials Drassanes de la Corona de Aragón al otro lado de la playa. Por otra parte, fuentes especializadas en arquitectura civil consideran que el topónimo hace referencia a Joan Mayans, notario que culminó el trabajo anterior dando forma al segundo y definitivo puerto de la capital catalana.