La pandemia y el Brexit cambiaron la vida del matrimonio Kirby. Ron y su esposa Amber, propietarios de un pequeño apartamento en la Costa de la Calma desde hace casi una década, decidieron que ese era el momento adecuado para dar un giro radical a su existencia. Él, nacido en el norte de Londres, atesoraba una larga experiencia de cuatro décadas en cocinas de prestigio, como la Casa Real británica. Pero el cierre pandémico y la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea les convenció de que era el momento de iniciar una nueva etapa fuera de su país. Pensaron que Mallorca podría ser una buena opción. Vieron varias opciones hasta que encontraron un pequeño local en Santa Catalina, barrio que estaba ya despuntando.
Y en diciembre de 2021 empezaron la aventura de Market Kitchen, que refleja bien la filosofía de lo que querían poner en marcha. Un restaurante british que se nutre de los productos locales del mercado adyacente y que ha sido muy bien acogido desde el primer momento por una clientela mayoritariamente británica y por muchos clientes extranjeros, pero también locales, atraídos por el agradable ambiente y la simpatía de sus propietarios. Y, obviamente, por una atractiva oferta de algunos de los platos tradicionales de la cocina de su país: desde el crujiente y sabroso fish and chips rebozado con cerveza local hasta las costillas de cerdo marinadas en cerveza negra sobre tatin de cebolla caramelizada. Por cierto, con unas magníficas cortezas crujientes como aperitivo.
Seguramente uno de platos más conocidos de esta cocina es el roast beef, el famoso asado de ternera o vaca. En Market Kitchen este es el plato estrella de su oferta dominical y ha tenido tanta aceptación que hace necesario reservar con bastante antelación si se quiere conseguir alguna de las pocas mesas de que disponen, a pesar de que han ampliado notablemente el margen horario para almorzar. En los dos años que llevan abiertos, el éxito parece haberles bendecido. El restaurante está habitualmente lleno, y su Sunday roast beef (32€) se ha convertido ya en un clásico. Es un asado -aquí utilizan vaca gallega-, que sirven al gusto, aunque es recomendable pedirlo poco hecho, acompañado por un soberbio Yorkshire pudding que prepara Rob en su horno, perfectamente crujiente, con un relleno de salsa de costillas caramelizadas a baja temperatura durante varias horas, y acompañado por un potaje de verduras con reducción de caldo y patatas asadas. Estupendo de textura y de sabor consistente. Un plato que representa una inmersión en la cocina británica, tamizada por los ingredientes que adquieren en el mercado de Santa Catalina.
El chef y su esposa se han integrado muy bien en la zona. La simpatía de los dos es uno de sus principales atractivos, así como la faceta comunicadora que Rob destila en fotografías y vídeos que cuelga en las redes sociales. Algo a lo que está bastante acostumbrado por sus contribuciones periódicas en programas culinarios en la BBC y otras emisoras. Autor de varios libros de cocina, tiene colgada en una de las paredes -en lo que ha bautizado como chef´s ego- una carta del actual soberano británico cuando era Príncipe de Galés, felicitándolo por su libro sobre los niños y la cocina.
Los postres también brillan con luz propia. Nuestro roast beef, que complementamos con una coliflor con salsa de queso al horno, terminó con un crumble crujiente de manzana, tomillo y praliné con helado de vainilla, muy logrado, aunque algo sobrepreciado (12€). Los vinos, pocos, interesantes y caros (12€ la copa de un Rioja crianza y 47€ la botella, que cuesta 15€ en tienda, o un giró ros a 11€ copa y 45€ botella, o un Barolo 2018 a 89€). Precios de la City londinense.