Cuando queremos indicar que alguien es un mal cocinero, solemos decir «No sabe ni freír un huevo». Pero freír un huevo es una tarea nada fácil y si buscamos un huevo frito perfecto… pues, ya podemos ir rastreando por todos lados porque hay muy pocos por ahí. Como desde hace muchas décadas algunos restaurantes y cafeterías nos sirven huevos a la plancha algo plastificados, en lugar de estar fritos en un par de dedos de aceite del bueno, conviene definir lo que es un huevo frito perfecto: la clara ligeramente cuajada, y tan satinada y esponjosa que sirve para mojar un trozo de pan, y es imprescindible que la yema esté totalmente líquida.
Dicho así, parece que lo hace cualquiera, pero que salga así es cosa de tener maña y haber cascado centenares de huevos en el aprendizaje. Sin embargo, tuve lo que es algo así como tocarte un buen doble premio en la lotería: dos veces seguidas y en restaurantes distintos me sirvieron un dúo de huevos perfectamente fritos. Eso jamás había pasado.
Mi primer encuentro con esta perfección culinaria fue en el restaurante Melassa de calle Blanquerna 12 (Tel-971-203204) donde huevos rotos con butifarrón (9 €) están en la carta todos los días. Esperaba ver un butifarrón frito con la piel crujiente y el relleno jugoso y sabroso. Pero los jóvenes cocineros de hoy no son de respetar las tradiciones y el embutido estaba cortado a daditos pequeños y fritos con cebolleta. Más que nada estorbaba en el plato, porque tapaba los huevos fritos que fueron tan bellos que destruirlos con una cuchara para convertirlos en una especie de salsa hubiera sido un acto de vandalismo. Usamos los gajos de patata frita con la piel (tampoco es tradicional) para mojarlos en la clara y la yema. Un 10 redondo para los huevos fritos pero el plato en sí, por lo del butifarrón troceado y patatas fritas con la piel, solo valía un 8.
Como siempre necesito dos fotos para esta sección, me fui en busca de otros huevos fritos y los encontré en el restaurante del Brondo Architect Hotel en calle Brondo (Tel:971-720507). Me hubiera bastado una foto de dos huevos fritos cualquiera, pero cuando llegó el plato vi enseguida que nos habían tocado, por segunda vez en una semana, dos huevos fritos perfectos, con las claras satinadas y esponjosas y las yemas con un color rosado pálido que indica que están muy líquidas (15,95 €). Los huevos valían un 10, pero el plato solo un 8 ya que venían con daditos de jamón curado crudo y queso que no ligaron con los huevos. Pero con huevos así, todo se queda perdonado.
Lo que pasa con muchos cocineros jóvenes de Palma es que conocen poco de sus antecesores. Les convendría echar una buena ojeada al gran recetario español. Hay mucha sabiduría que les hace falta aprender. Como, por ejemplo, que para los huevos rotos, las patatas se pochan en aceite no muy caliente.