Esta es la razón por la que nunca deberías abrir los ojos en la piscina

Los expertos alertan de infecciones, irritaciones y peligros desatendidos en piscinas, lagos y mar

Ojos

A diferencia de las creencias populares, el agua marina y las piscinas saladas también pueden ser peligrosas | Foto: Freepik

| Palma |

En la época estival, las actividades acuáticas aumentan. Ir a la piscina, al mar o a los lagos es una opción común para combatir el calor. Sin embargo, pocos son conscientes de los riesgos que implica abrir los ojos bajo el agua sin protección. Aunque pueda parecer inofensivo, esta costumbre conlleva amenazas tanto leves como graves para la salud ocular, afectando desde una simple irritación hasta infecciones que pueden comprometer la visión definitivamente. ¿Por qué es importante extremar las precauciones y utilizar gafas de natación? Aquí lo analizamos detenidamente.

Problemas comunes: irritación e infecciones

Abrir los ojos bajo el agua incrementa el contacto directo con microorganismos y agentes irritantes presentes en el entorno acuático. Por ejemplo, en piscinas tratadas, los productos químicos como el cloro y el bromo —utilizados para el mantenimiento del agua— pueden producir molestias oculares, enrojecimiento e incluso visión borrosa tras una exposición prolongada. Según advierten oftalmólogos, el cloro reacciona con el sudor y la materia orgánica, creando compuestos irritantes denominados cloraminas, responsables de la sensación arenosa típica y la sequedad ocular.

Los adultos mayores y quienes padecen ojo seco son especialmente vulnerables a estos efectos. Mientras tanto, los niños son más propensos a frotarse los ojos, aumentando el riesgo de pequeñas heridas (abrasiones corneales) que, si se infectan, pueden derivar en complicaciones más graves.

Aguas naturales: los riesgos se multiplican

Fuera de las piscinas, el panorama puede empeorar. Ríos, lagos y playas, al carecer de desinfección regular, pueden contener bacterias, parásitos y virus en mayor concentración. Uno de los peligros más destacados es la presencia de Acanthamoeba, un microorganismo que se encuentra comúnmente en ambientes acuáticos naturales e incluso en jacuzzis. Pese a que los casos son poco frecuentes, la infección denominada queratitis por Acanthamoeba puede ser grave, requiriendo en ocasiones tratamientos intensivos o, en situaciones extremas, la necesidad de un trasplante de córnea.

Este riesgo es especialmente alto en personas usuarias de lentes de contacto. La combinación de lentes y exposición directa al agua favorece la adhesión y proliferación de patógenos. Por tanto, los especialistas insisten en retirarse las lentillas al nadar y proteger los ojos con gafas estancas.

Piscinas de agua salada y el océano

Hay una creencia de que las piscinas de agua salada o el propio mar resultan menos agresivas para los ojos que las piscinas tradicionales tratadas con cloro. Si bien es cierto que el agua salada suele provocar irritaciones más leves, éstas siguen existiendo. Además, el contacto prolongado puede alterar la película lagrimal natural y dejar los ojos sensibles. Ante cualquier molestia, lo aconsejable es aclarar bien los ojos con agua fresca y limpia —nunca con agua de la misma piscina— durante varios minutos.

No se debe olvidar que estos entornos también albergan microorganismos capaces de provocar conjuntivitis o infecciones en épocas de mucha afluencia.

Sin comentarios

No hay ningún comentario por el momento.

Lo más visto