No hace falta gastarse mucho dinero en productos de limpieza. De hecho, hay productos que todos tenemos en casa que sirven perfectamente para la tarea, como el vinagre. Es un viejo truco de limpieza que nada tiene que envidiar a artilugios y fórmulas modernas en cuanto a la limpieza de los cristales. El vinagre blanco tiene propiedades antibacterianas, antisépticas y antifúgicas, que lo convierten en un producto infalible para acabar con el moho, los gérmenes y las bacterias que se acumulan en los cristales. Destaca también por su acidez, que ayuda a retirar la grasa de la cocina, aclarar machas de la ropa o mitigar el mal olor del lavavajillas o de la lavadora. Por no mencionar su precio económico.
En la práctica, tan solo hace falta poner en un pulverizador partes iguales de agua y vinagre (También se le pueden añadir unas gotitas de limón, que aportarán un olor fresco) y pulverizar la mezcla en el cristal. Se puede secar con un simple trapo, con un paño de microfibras o con papel de periódico. Para evitar que queden marcas en los cristales, asegúrate de pasar el trapo siempre de arriba a abajo y no olvides repasar los márgenes. Ten cuidado, porque no conviene aplicar el agua con vinagre directamente sobre ciertas superficies sensibles, como pueden ser las pantallas de la televisión o del ordenador. En estos casos, es preferible pulverizar o mojar el trapo primero. Cabe tener en cuenta también que el vinagre se evapora muy rápido, por lo que para evitar manchas es preferible limpiar los cristales con esta técnica a primera o última hora del día o en días nublados.
Bicarbonato
Para un mejor resultado puedes añadir a la mezcla del agua y del vinagre unas cucharadas de bicarbonato. Remuévelo hasta integrarlo y espera cinco minutos para que acabe de disolverse. Después, continua con el procedimiento anteriormente explicado. El bicarbonato potencia la eliminación de olores y manchas, por lo que se convierte en un gran aliado ante suciedad resistente.