El mosquito verde (Jacobyasca lybica), es un cicadélido que provoca daños importantes en el cultivo de la viña. Tradicionalmente, era conocido dentro del mundo del viverismo, porque atacaba a los árboles jóvenes que tenían uno o dos años, tales como almendros, albaricoques o cerezos, de vivero y, una vez hecho el trasplante no daba más problemas, pasaba desapercibido. Pero, hace una década empezó a atacar a las viñas y no ha parado. Todo lo contrario. Según los técnicos es difícil de parar, en cultivo ecológico y convencional, debido a la falta de un tratamiento efectivo que resulte permanente.
Según ha explicado el técnico de APAEMA, Miquel Serra, el mosquito verde es un insecto chupador-picador que puede provocar el desecamiento total de la hoja, que termina cayendo. «Tiene fácil propagarse en los viñedos que están cerca de masas forestales, de pinar o de garriga. Allí pasa el invierno y cuando la viña empieza a arrancar, el insecto poco a poco va haciendo de las suyas. Suele atacar con fuerza a partir de junio», explica.
¿Qué hace el mosquito verde? Es un insecto que se pone detrás de las hojas y chupa, como hacen otros muchos insectos. En este caso, el contorno de la hoja afectada empieza a cambiar de color, a rojo, y se seca, provocando la caída prematura de la hoja. Si la población es alta, perjudica la maduración de la uva, afecta gravemente al contenido en azúcares y a la calidad general de la uva impidiendo una correcta vinificación, restándole calidad.
El problema de esta plaga es que es muy polífaga y tiene mucha facilidad en moverse; lo que hace que su control sea complicado. «Así como años atrás los principales problemas de la viña eran los hongos: mildiu los meses de mayo y junio, cendrada de junio hasta la recolección y la botrytis en el momento de la recolección, entre otros, el mosquito verde es muy insistente y son entre dos meses y medio y tres que lo tienes importunando la viña y no afloja», explica Serra.
A día de hoy sólo conocemos tratamientos químicos que dificultan su instalación (arcillas, aceite de naranja, aceite parafínico...) y tratamientos que tienen un efecto biocida más o menos contrastado (aceites y, sobre todo, piretrinas naturales). El problema de estos tratamientos es que tienen una persistencia muy baja y son caros (puede suponer entre un 30 y un 40% del coste de todo el control sanitario anual). Se tiene que realizar con mucha frecuencia para que sea efectivo, hecho que hace que el coste se encarezca mucho. Por ello, se trata de un grave problema actual. Todavía hay viticultores que no realizan los tratamientos suficientes o intentan encontrar otras estrategias y mientras, lo padecen.
«Lo que está claro es que para combatirlo no hay una solución; no hay más alternativas, no sabemos si puede haber fauna auxiliar que se pueda potenciar para controlarlo», explica el técnico de APAEMA. Existen diferentes himenópteros parásitos descritos, pero su control biológico es muy limitado.