Pep Tàpia está contento. Apasionado del buitre negro, ha visto cómo en los últimos años la cría de esta ave carroñera batía sus propios registros en Mallorca: en 2019 nacieron 34 pollos en los acantilados de la Serra de Tramuntana. «Estamos de enhorabuena», dice él, satisfecho del trabajo realizado en estas cuatro décadas, desde aquellos lejanos en los 80 en los que se veía peligrar la existencia de esta especie autóctona de nuestra isla. Por entonces apenas habitaban una veintena de buitres en la Serra, con una única pareja reproductora que no cada año conseguía criar. Las aves sufrían, en palabras de Pep, una «persecución implacable» en una época en la que ni tan siquiera existían planes de protección.
El crecimiento de la comunidad de buitres negros no ha sido, por tanto, fruto de la casualidad. Detrás hay un enorme trabajo para cambiar usos y costumbres. Pero también normas, que sancionan ahora de forma muy dura a quienes causen daño a estos animales. Las multas, sí, dañaban al bolsillo, pero no lo suficiente. «Desde que se impusieron penas de cárcel -apunta Pep- se empezó a notar la diferencia».
Como coordinador del proyecto Buitres de la Fundación Vida Silvestre Mediterrània, Tàpia aplaude el trabajo que entre el 15 de febrero y el 15 de junio desarrollan cada año, en las proximidades de los nidos, los voluntarios. Ellos son los encargados de informar a los excursionistas sobre la presencia de buitres a fin de que desvíen su camino y no se rompa el pequeño hábitat de los rapaces, especialmente sensible en esa época del año.
Con los años y la formación se ha acabado además, aquí y en la península, con la antes extendida costumbre de provocar el envenenamiento de los buitres, a quienes se les consideraba por parte de algunos cazadores como competencia a la hora de hacerse con piezas de conejo o de perdiz. El veneno, de hecho, también causaba innumerables bajas entre buitres y milanos de manera indirecta, cuando las aves comían otros animales a su vez muertos por envenenamiento.
Hoy habitan en Mallorca unos 330 buitres negros, que conviven en armonía con otras dos especies: el alimoche y el buitre leonado, el último en llegar (2008), arrastrado en su caso por una tremenda tormenta que acabó dejando en la isla algunos ejemplares procedentes de Alicante. Les gustó lo que vieron y se quedaron a vivir.
Pep Tàpia termina con un ruego a pescadores y submarinistas, y referente a los volanderos, ejemplares que en esta época emprenden el vuelo por primera vez, aunque no siempre con éxito. En 2021 la colaboración ciudadana permitió dar con tres de ellos, a dos de los cuales se les pudo salvar la vida antes de que se ahogaran. Una llamada al 112 -recuerda- puede ser suficiente para mantener la comunidad de buitres que habitan en la Serra.