El cambio climático está empezando a dejar huella en la Isla. De cada vez tenemos un clima más extremo con pocos litros de lluvia mal repartidos y unas temperaturas más cálidas, hecho que hace las tierras del sur, entre Llucmajor y Santanyí se estén desertificando paulatinamente.
De hecho, el régimen de lluvias está condicionando considerablemente los cultivos; por ello, hay que buscar alternativas con plantaciones que se adapten a la nueva realidad. Desde la Associació de Productors d'Agricultura Ecològica de Mallorca (APAEMA), han organizado un curso sobre el cultivo del argán para estas zonas más áridas y además en producción ecológica.
El ingeniero Pedro Martínez Gómez, del departamento de mejora genética del organismo investigador CEBAS-CESIC, ha disertado sobre la fisiología del argán (Argania spinosa), un árbol que tolera muy bien la sequía y que está muy preparado para aguantar el calor intenso.
Se trata de un cultivo endémico del suroeste de Marruecos; es la última especie de árbol que hay justo antes de llegar al desierto. «Puede llegar a los 8 o 10 metros de altura, en función del lugar donde se siembre y puede vivir de 100 a 200 años. Es un árbol de crecimiento lento, tiene una madera muy fuerte (similar a la sabina), muy resistente», explica Pedro Martínez. Empieza a producir a los 6-7 años y a partir de los 10 es cuando lo hace significativamente. Curiosamente, su polinización se hace a través de moscas y no de abejas.
El argán produce un fruto con una semilla interna parecida a una almendra del que se extrae un aceite, llamado aceite de argán, muy bien valorado por la industria cosmética. Además tiene muchos beneficios saludables. Y económicamente, es rentable. Se pueden extraer unos 0,3 kilos de aceite por árbol y su valor es de unos 80 euros el litro, por lo que de una hectárea y año se puede obtener un beneficio de unos 6.000-7.000 euros.
En Marruecos es un árbol muy ‘venerado' por los nómadas que pasturan por la zona al ser lo único verde que se encuentran por la zona. Se ha intentado introducir a países como Inglaterra, Holanda o USA, pero no ha tenido éxito. Ha sido en zonas desérticas como el desierto de Negev en Israel o el desierto de Argelia donde ha arraigado después que fuera introducido hace 30 o 40 años, lo que supone una buena economía para las poblaciones indígenas.
Según explican los técnicos agrícolas, se trata de un cultivo interesante y que no tendría demasiados problemas para incorporarse a la agricultura del sur de la Isla. No necesita regar –en Marruecos con 250 litros de agua anuales que es muy poco, vive-, ni podar, ni abonos. No le gustan las heladas pero puede tolerar temperaturas muy altas. La tierra de aquí no es su ‘preferida', se adapta mejor a las arenosas.