Hoy se cierra una etapa. La Carnicería Bonaire abrirá hoy por última vez después de 47 años y 47 días de actividad. La cuenta la llevan Juan Luque e Isabel Lorite, que durante casi medio siglo han levantado la persiana día tras día. Juan ya tiene 77 años e Isabel, 72 . Pese a contar con una edad en la que muchos llevan más de una década jubilados, Juan cuelga los cuchillos a regañadientes.
«Quería hacer las bodas de oro pero ya es hora. Ahora estamos bien y hay que disfrutar de la vida. Me levanto cada día a las cinco de la mañana, salgo a comprar la carne, despiezar, preparar la carne, despachar... Ser carnicero es mucho más que cortar filetes», dice Juan, que calcula que, hasta hoy, trabajaba cerca de 14 horas al día.
A través de los pequeños comercios se cuenta la historia de una gran ciudad como Palma. Es el caso de la Carnicería Bonaire y de su propietario, que lleva 52 años en la misma calle. «Aquí trabajaba antes en un supermercado y luego abrí la carnicería. Solo había dos edificios construidos, todo esto [y señala la calle] estaba sin asfaltar, había parches de alquitrán. Hasta el número 14 de la calle Bonaire no había grandes edificios eran casas pequeñas blancas». Y en lo que ahora son los pasajes que comunica con la calle Santa Maria del Sepulcre «hacíamos motocross».
Los vecinos y clientes fieles se han ido acercando estos días para despedirse de sus carniceros. «¿Y a dónde vamos a ir ahora?», le preguntan. Juan e Isabel les mandan a otras carnicerías de barrio, les enseñan cómo tienen que pedir determinadas piezas. pero confirman que «cada vez queda menos comercios pequeños. Los grandes se lo están llevando todo».
Isabel presume de que «los proveedores nos dicen que somos muy exigentes. Pero es que siempre hemos tenido el mejor género». Entre sus clientes estaban los vecinos, «que se han hecho mayores y ahora solo comen pechuguita de pollo», y familias como los March o «un millonario de Son Vida que nos pedía veinte corderos lechales y se los llevaba en su avión privado a Arabia Saudita».
Juan e Isabel ya tienen planes, «a lo mejor algún viaje», dice este casi ex carnicero. «A finales de mes nos vamos a Córdoba, luego a a Sanlúcar de Barrameda, luego a Málaga y después a Barcelona, a ver a los hijos y a los nietos», cuenta la carnicera, que tiene la agenda muy organizada. ahora corta los últimos filetes, lo que no se venda hoy «se lo llevaremos al comedor social de Tardor. Siempre lo hemos hecho así. De mi casa nadie se ha ido sin comer».
En casi medio siglo tienen tiempo para recordar muchas anécdotas como «aquella mujer que se había quedado sola con siete hijos y le dábamos para hacer un puchero o pollo o o un arroz. Ahora su hijo es un guitarrista muy famoso». Palma puede contarse a través de sus pequeños comercios y cada cierre es una pequeña derrota para la ciudad.
MersoyTodavía hay tiempo de que se okupe, tranquiloooo. Es la norma en la city.