A primera hora de la tarde, la plaza del Hospital General estaba atestada ya de cofrades de varias parroquias, costaleros de pasos de cofradías diversas y penitentes de todas las edades.
En el interior de la iglesia, decenas de personas rezaban y se santiguaban mientras acariciaban las manos y los pies del Crist de la Sang. Faltaban varias horas para que comenzase la procesión para la mayoría de pasos y cofradías pero allí estaban aguardando en el patio de La Misericòrdia en orden y sin algarabía, a pesar de que este año fue muy numerosa la participación de jóvenes y adolescentes, muy respetuosos en la concentración de largas e interminables horas.
Todavía sin el capirote durante la espera, se vieron muchas caras conocidas de la sociedad palmesana. Aún con el sol incidiendo sobre las imágenes religiosas, el presidente de las cofradías de Palma, Miguel Llabata, recibió la visita del alcalde de Palma, Antoni Noguera, que paseó ante los diferentes pasos expuestos en la plaza. Al marcharse pudo constatar que los palmesanos inundaban las calles por donde se realizaba el recorrido de la procesión del Crist de la Sang, venerado por los ciudadanos. La emoción se podía palpar entre los penitentes y la gente que aguantó horas al frío de la noche para ver al Crist de La Sang.