El día mismo en que se celebraba Art Palma Brunch, su viuda, Susy Gómez Fuster, llegó a la que fue su casa durante tantos años acompañada de Fran Reus y Fede Pinya, y de una multitud que quiso hacerse visible para que la artista se sintiera arropada en este momento tan importante de su vida. Es increíble que pese a haber vivido con Juanan la historia de amor jamás contada, la del amor espiritual y físico, la del amor al arte y a la vida bonita, creativa y distinta a la que ambos se abocaron nada más conocerse creando una familia preciosa que nacía de dos, para seguir creciendo, en vidas truncadas y proyectos llevados a cabo, parece mentira que haya quien hoy quiera destruir este legado tan inmenso que nos dejó el amigo generoso, complaciente y bueno al que hay que respetar el nombre para que brille siempre como brilló mientras vivió.
La muerte de Juanan causó un profundo pesar en muchos sectores de la sociedad mallorquina y española, su huella en el arte queda ya para que sea valorada en su justa medida y si es necesario hacer de ella cátedra, pues como tantos otros de esta Isla de arte, abrió caminos, y lo hizo sobre todo desde que se enamoró de la artista ya encumbrada, con unos conocimientos que van más allá del pincel y la espátula, la tela o el papel.
Juntos crearon lo que fue la Horrach Moyá, respetándose, pero bebiendo uno del otro como solo se beben los amantes dibujados en las estrellas. Tenía que ser, y fue. Debería quedar un recuerdo dulce de todo esto y no el sinsabor a injusticia que otros también hemos sentido viviendo situaciones parecidas, callando. La solidaridad y la compasión nos hacen grandes. Sigo.