Martha Louise ha sido desde niña una princesa mimada por papa y mamá, por el pueblo de Noruega que le perdona todo, e incluso fue perdonada en su momento por la esposa de su profesor de equitación mientras era una estudiante casi adolescente en Inglaterra. Ambas casas reales, la del Reino Unido y la de Noruega están muy unidas, tanto que se llegó a proponer un matrimonio entre el rey viudo Olav V, y la reina madre Isabel de Inglaterra. No era descabellado, pues la madre de la reina recién fallecida se aburría como una mona sin ejercer de reina consorte, se la quería alejar de la Corte para que no interfiriera demasiado en el nuevo reinado, algo habitual pues los reyes fuera del trono siempre molestan, igual que los jarrones chinos que nadie sabe dónde ponerlos.
El caso es que se desistió de la idea sin hacer de ello un escándalo, pues tanto Olav como Elisabeth eran conscientes de su papel institucional y extremadamente conservadores. Olav se opuso hasta no poder más al matrimonio de su heredero Harald con Sonja Haralden, una plebeya de clase media que casi se suicida al creer que perdería la batalla en pos de Sophie de Grecia, nuestra amada reina.
Les doy tantos nombres porque todos han sacrificado sus vidas para y por el trono, algo que parece no querer hacer Martha, que casó primero con un iluminado, se iluminó ella creyendo ver ángeles, haciendo de ello un negocio millonario en exclusivas conferencias. Eso sí, perdió su tratamiento de Alteza Real tras su matrimonio fallido con Ari Ben. Pobre. Pobres ambos.
El caso es que me dicen hace tiempo mis contactos que lleva tiempo casada con el gurú Durek Verret, aunque no es oficial. Pero que tras su compromiso se retira de las pocas actividades reales que le quedaban. En fin, Martha siempre dando que hablar, qué pereza. Y siempre con la misma diademita, que más pereza da. Las reinas clásicas están horrorizadas, claro.