La puñalada mortal al soldado mallorquín y la sospechosa sin dientes de la calle del Desengaño

En 1986 un joven de la Isla que hacía el servicio militar murió en Madrid tras ser atacado por una joven en pleno centro de la capital

El féretro con el cuerpo sin vida del joven soldado mallorquín, que fue trasladado en avión hasta el aeropuerto de Son Sant Joan

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En la madrugada del 15 de marzo de 1986, en pleno centro de Madrid, un soldado mallorquín de 21 años de edad encontró la muerte tras ser atacado por una mujer, que resultó que ejercía la prostitución. La policía se volcó en la búsqueda de la sospechosa, de la que se sabía que carecía de algunas piezas dentales. Esta es la crónica de un crimen del que van a cumplirse cuarenta años y que sigue reuniendo demasiadas incógnitas y pocas certezas.

Francisco Javier L.M. tenía siete hermanos y era muy conocido y querido en Mallorca. Le quedaban dos meses para licenciarse y esa noche salió con tres amigos, también soldados, para celebrar que estaban acabando la 'mili'.

Nunca quedó demasiado claro, a nivel mediático, qué había ocurrido, pero sobre las dos y media de la madrugada, en la calle del Desengaño, cerca de la Gran Vía, una mujer se acercó al grupo e intercambió unas palabras con ellos. Acto seguido, esgrimió un cuchillo y le asestó una puñalada al mallorquín, que se desplomó agonizando, entre la vida y la muerte.

El vuelo 187 de Aviaco trasladó los restos mortales del mallorquín a Son Sant Joan.

Pero la agresora todavía intentó atacar a otro de los chicos, que corrió por la calle para huir de ella. Cuando los servicios sanitarios atendieron a Francisco Javier, ya no pudieron hacer nada para reanimarlo. La cuchillada le había afectado a un órgano vital y murió al poco tiempo.

La Policía Nacional se hizo cargo de la investigación y tomó declaración a los tres testigos, que coincidieron en la descripción de la homicida: de pequeña estatura, joven y sin incisivos superiores. Inicialmente se sospechó que se trataba de una heroinómana. En aquellos años, la droga hacía estragos entre la juventud de la capital y en pleno centro deambulaban legiones de yonkis.

No se trataba de un detalle baladí. La delincuencia se había disparado y los atracos a transeúntes, por parte de drogadictos desesperados por comprar una dosis, habían aumentado de una manera inquietante. De madrugada, algunas calles de Madrid, sobre todo en el centro, eran la jungla. Una ciudad sin ley.

El crimen del mallorquín tuvo un amplio eco en los medios de comunicación de la Isla y no tanto en los nacionales, que publicaron, días después, la detención de una prostituta como supuesta autora de la puñalada mortal a Francisco Javier. Su descripción encajaba perfectamente por la facilitada por los testigos.

Sin embargo, quedaron muchos detalles sin aclarar. La joven arrestada, al parecer, era muy violenta y ejercía la prostitución en la calle, en la capital. No era el primer altercado serio que protagonizaba, pero nunca trascendió porqué la tomó con el mallorquín y sus tres amigos que celebraban el licenciamiento de los soldados.

Tras el homicidio, un avión de Aviaco, en el vuelo 187, trasladó los restos mortales de Francisco Javier desde el aeropuerto de Barajas hasta el de Son Sant Joan, para que sus familiares pudieran enterrarlo en la Isla. Las crónicas de la época refieren que numerosos allegados y amigos del soldado acudieron al aeropuerto palmesano para recibir el féretro que contenía sus restos mortales. Se vivieron escenas muy emotivas porque la familia, como es lógico, estaba destrozada.

Todos se encontraban muy impactados y no daban crédito a lo ocurrido. Francisco Javier era un joven alegre con numerosos amigos y una vida llena de proyectos e ilusiones. Hasta que una joven, aparentemente sin motivo alguno, se cruzó en su camino en la calle del Desengaño.

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