Hay cosas que no cambian. Que incluso, con los años, se convierten en grandes clásicos. Y una de ellas es Punta Ballena y sus noches locas. Un equipo de Ultima Hora ha visitado la polémica calle de Magaluf, antaño templo del vicio, y que aunque no registra los excesos de sus años dorados, sigue siendo escenario de sonadas bacanales. No romanas, pero casi.
La nueva jefa de la Policía Local de Calvià, Esther Ribas, se propuso como una de sus prioridades, cuando accedió al cargo, acabar con los episodios de desenfreno en aquella avenida. Lo cierto es que la calle ya no es lo que era. Todavía, sobre todo a altas horas de la madrugada, la afluencia de borrachos es masiva, pero las patrullas de la Policía Local y la Guardia Civil, que suben y bajan la calle, incansables, hacen que muchos británicos se lo piensen dos veces antes de liarla.
«Muchos de los que vienen por aquí son hijos de los turistas que vinieron hace 20 años. Han escuchado historias casi míticas de Punta Ballena y algunos se van un poco decepcionados porque aquellas juergas son hoy en día impensables. Además, entonces no había móviles ni redes sociales, así que el anonimato estaba casi garantizado», contó un veterano empresario de la zona.
Y esa, precisamente, es una de las claves de la decadencia de las fiestas locas de Punta Ballena. Es cierto es que las autoridades y los empresarios han hecho un gran esfuerzo para dignificar la zona, y esa recuperación se nota en la seguridad ciudadana. Las oleadas de prostitutas nigerianas que llegaban cada noche desde Palma, y acababan apaleando turistas ebrios que volvían a su hotel a altas horas de la madrugada, tampoco han acudido esta temporada a la llamada de la noche.
«Hoy en día todo el mundo tienen móviles y hay cámaras por todos los lados. Prácticamente todo queda grabado y eso es algo que no gusta ni a los juerguistas más salvajes, que luego tienen que volver a su país y se enfrentan a que sus ‘hazañas’ queden colgadas en internet para siempre, ni tampoco a los delincuentes, que saben que la Guardia Civil los puede ubicar en el escenario de un delito», explica una fuente policial municipal.
Con todo, Punta Ballena aún conserva algo de su «esplendor» pasado. Javier, un joven de 24 años, cuenta que «el viernes 6 de junio, los amigos decidimos ir de fiesta a Punta Ballena para disfrutar de la noche y tomar una copa. El ambiente suele ser amistoso, guiris jóvenes y borrachos que apenas se mantienen en pie y que cantan al son de la música inglesa como si estuvieran en su país. Nunca te encuentras a un español, es un milagro».
Esa noche, delante de un local que está en la calle principal, «se les acercaron dos guiris a dos amigos míos pidiéndoles fuego porque los vieron fumar. Mis amigos les dijeron que sin problema, pero que ya que estaban les hicieran una foto. Hasta ahí todo bien. El problema vino luego, ya que el que hizo la foto decidió esconder el móvil con el fin de robárselo a mi amigo Lluís, porque lo vio un poco perjudicado. Sin embargo él lo vio y se lo pidió, y el otro se lo tiró, encarándose. Mi amigo no se acobardó y le plantó cara. Mi otro amigo intentó mediar y su otro amigo que también presenciaba la escena decidió soltarle un guantazo con la mano abierta», añade el español.
Entonces, entre los dos, le propinaron varios puñetazos a la víctima, hasta que uno lo noqueó y ya desde el suelo siguieron dándole patadas en la cabeza y el cuerpo hasta que un vigilante se acercó y los dos turistas huyeron. «Ni un policía pasó por allí en esos 5 minutos que duró la agresión», lamenta. El perfil de los visitantes de la antes llamada calle del vicio también ha cambiado.
«Hace veinte años llegaban auténticos salvajes, que sólo querían armar jaleo y luego contarlo en su ciudad inglesa. Era como un ritual. Ahora hay jóvenes más normales y mucha despedida de soltera. Cada noche tenemos chicas que celebran con sus amigas que se van a casar», detalla un guardia civil. Un dato que confirma que los nuevos turistas son menos belicosos que sus antecesores es que, este año, todavía no se ha registrado ni un caso de ‘balconing’.
«Se ha hablado tanto en su país de los accidentes y muertos, que vienen con la lección aprendida», concluye el funcionario. Mientras lo comenta, en plena calle, dos británicos ebrios empiezan a golpearse, como robots. Que Punta Ballena ha cambiado mucho, pero no tanto.
"Las patrullas de la Policía Local y la Guardia Civil, que suben y bajan la calle, incansables, hacen que muchos británicos se lo piensen dos veces antes de liarla." jajajajajajajajaja juajuajajajajajajaja juaaaaajajjajajajaja... Con toda la tecnología que hay hoy en día podrías pillar a cualquier personas haciendo botellón en la calle, robando, peleando, vomitando o meando...PERO...no hay interés. Mejor sumisos y arrodillados ante el dinerillo que nos traen de paises que lo hacen mejor que nosotros