El 28 de febrero de 2013 María Luisa Perún, una anciana vecina de Palma, fue brutalmente asesinada en su piso de la calle Rosselló i Caçador, en la zona de la Plaza Fleming. El asesino le golpeó nueve veces en la cabeza, algunas de ellas con una mancuerna con la que hacía pesas. Luego, la estranguló con un cable. Los investigadores siempre sospecharon que la salvaje escena se desarrolló mientras el marido de ella era testigo de todo, sin mover un dedo para impedirlo. Esta es la crónica de cómo un hijo, Antonio Llompart, se dedicó a martirizar durante años a su progenitora. Siempre con la connivencia del cabeza de familia, que tenía 82 años.
La familia tenía una fortuna. Sólo unas pocas personas sabían el infierno que vivía María Luisa. Desde los 13 años, su hijo comenzó a humillarla de forma sistemática. Y tremendamente cruel. Las atrocidades del joven quedaron registradas en el diario de la víctima. Los insultos se sucedían sin motivo alguno y después pasaron a los golpes. María Luisa nunca denunció por miedo a que la mataran. Algo que al final ocurrió.
Su marido había sido profesor de historia en un conocido colegio privado de Palma y también la vejaba de forma continua. Ese 28 de febrero, según la acusación, el hijo la lanzó contra el suelo y comenzó a golpearla en la cabeza, hasta en nueve ocasiones. Varias de ellas con una mancuerna de tres kilos, que le destrozaron el cráneo a la anciana.
Tras el crimen y detención del acusado, comenzaron a aflorar declaraciones estremecedoras, del entorno de María Luisa. «Vi varias veces cómo le pegaba. Un día estábamos en el cuarto Antonio y yo, yo entonces estaba embarazada. Su madre entró con nombres para la niña anotados en un papel. Hizo un comentario, Antonio se enfadó y le dio un puñetazo en la cara. Me quedé alucinada y le di un empujón. Entonces empezó a pegarme puñetazos. Al caer me di con la cabeza en la cama y me quedé inconsciente», relató la madre del hijo de Antonio, que también sufrió malos tratos.
«Ella me contaba que su hijo era un monstruo con ella y que el padre se limitaba a decirle 'algo habrás hecho'. No se sentía valorada en esa casa», añadió. En una ocasión le clavó unas tijeras en un brazo porque descubrió que «hablaba con gente en una red social». El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional fue recabando más y más indicios que apuntaban a que Antonio era un joven extremadamente violento, casi sádico.
De hecho, tras ingresar en prisión agredió con salvajismo a un funcionario penitenciario, lo que le valió una condena de dos años de cárcel. Cuando se celebró el juicio, él y su padre octogenario (hoy ya fallecido) se sentaron juntos en el banquillo de los acusados. El chico lo exculpó y sostuvo que la había matado «sin querer».
El jurado consideró muy poco creíble esta versión, ya que se había ensañado con su madre y después la había estrangulado con un cable. Fue condenado a 20 años. su padre fue absuelto del crimen, pero fue condenado por los malos tratos. Los expertos creen que Antonio nunca se arrepintió. «Era el rostro del mal», resumió un veterano investigador.