En un momento dado de su intervención, el abogado de Penalva y Subirán, Javier Barinaga, buscaba localizar el número y folio de un documento exacto. Miró al banco de los acusados y, primero sus representados le aclararon la fecha exacta y luego, Miguel Ángel Blanco, antiguo subinspector de Blanqueo, terminó de encontrar el papel, todos con guiones o tableta en mano con las actuaciones. Otra cosa sobre Barinaga: empleó un tono sauve en las formas. Sin embargo, cada vez que anunciaba que no buscaba ofender o que lo que decía no era personal, malo. Primer enganchón con el fiscal.
«No quiero revivir el ‘caso Cursach'», dice Pedro Horrach
Más medidos estuvieron el resto de defensores. Pedro Horrach destacó por su concrección. «No quiero revivir el ‘caso Cursach'», anunció de entrada y comenzó a soltar frases lapidarias. Existe la posibilidad de que el juicio dure dos días. Está en manos del tribunal.
Expectación a la llegada con vistas desde el bar frente a los juzgados
En torno a los juzgados de sa Gerreria se juntaron unos cuantos de los afectados por el ‘caso ORA' que ahora ejercen la acusación particular. Dos de ellos, el empresario Antoni Roig y un funcionario seguían el ambiente desde el bar. Otro de los testigos pidió permiso al tribunal para entrar en la Sala. Se le concedió solo para las cuestiones previas. Otras dos personas entre el público. Eso los presentes. A través de internet se congregaban unos cuantos más.
El tribunal apuesta por la ortodoxia más ortodoxa
Con un juez y un fiscal heterodoxos en el banquillo de los acusados, el tribunal marca su apuesta por la ortodixia más radical. El juicio arrancó con la lectura de los escritos de acusación. Un trámite que, normalmente, se da por supuesto en los centenares de juicios que se celebran cada día. En la Sala que preside Antoni Capó, no. El presidente dejó hablar. Ninguna interrupción más que para pedir aclaraciones. Impasible, el tribunal dejó pasar incluso que un abogado leyera sus alegaciones, sin meter prisa ni nada.