La jueza sustituta del juzgado de Instrucción número 1 de Manacor ha decretado el ingreso en prisión provisional comunicada y sin fianza del pirómano de Porreres. El incendiario, de 22 años, ha sido conducido por la Guardia Civil este jueves por la mañana hasta los juzgados donde le han tomado declaración.
El joven, español de origen marroquí, fue arrestado por la Guardia Civil el pasado 2 de mayo tras prender fuego de madrugada a 17 coches que estaban aparcados en calles de Porreres. La fachada de un edificio también resultó afectada por los incendios.
Los hechos tuvieron lugar minutos antes de las tres de la madrugada cuando se dio la voz de alarma porque un coche estaba envuelto en llamas y poco después, en distintos puntos de la localidad, comenzaron a quemarse otros. Todo apuntaba a que se trataba de un incendiario que estaba causando el caos en Porreres, por lo que la Guardia Civil montó un gran dispositivo de emergencia, apoyados por bomberos y policías locales.
Algunos de los coches eran de reciente matriculación y los vecinos, desolados, bajaron a la calle y mostraron su indignación después de que quedara claro que se trataba de un acto vandálico. Las tareas de extinción se prolongaron hasta el amanecer y los daños en los vehículos podrían superar los 70.000 euros, según informado fuentes policiales. Muchos coches quedaron en estado de siniestro total.
El joven, vecino de pueblo, explicó a los investigadores que se encontraba bajo los efectos de las drogas. «Se me fue la olla», confesó ante la Policía Judicial de la Guardia Civil. La noche de los ataques se desplazó con un patinete eléctrico para acudir de un punto a otro y pegar fuego con total impunidad, desapareciendo segundos después.
Sin embargo, hay un dato que no cuadra a los investigadores: su versión de que había consumido cocaína y porros y que estaba fuera de control contrasta con el hecho de que robó en casi todos los coches que quemó. Es decir, en realidad todo apunta a que pretendía borrar huellas y que la Guardia Civil no llegara hasta él. En su casa, que está ubicada a 180 metros de uno de los incendios que él mismo provocó, se hallaron efectos sustraídos del interior de los automóviles. También ordenadores de colegios, que habían sido robados y vendidos en el mercado negro.
Los agentes han descubierto que incendió los vehículos aplicando la llama de un mechero a la tapicería, y no se descarta que usara también algún tipo de acelerante. Otro dato que ha trascendido es que el detenido regresó a su casa -esa madrugada- en distintas ocasiones tras los incendios.
Robaba en los coches, los dejaba envueltos en llamas y ocultaba el botín en su piso. Luego regresaba a las calles en su patinete eléctrico, ajeno al revuelo que se estaba formando en el pueblo. En total, se declararon diez focos distintos, que quemaron por completo trece turismos y afectaron a otros cuatro. La sede de los Serveis Socials del pueblo quedó con la fachada completamente ennegrecida porque uno de los coches siniestrados estaba aparcado justo debajo.
El humo se coló por las ventanas y los archivos de las oficinas municipales quedaron afectados. Los investigadores consideran que hubo mucha suerte: si se hubiera tratado de una vivienda habitada los ocupantes podrían haber muerto intoxicados. El acusado, esa noche, fue descubierto escondido bajo un coche. Se olvidó de un detalle: dejó el patinete junto a él. En la calle.