El francés Richard H.D. coleccionaba delitos por su terrible adicción a las drogas, que le obligaba a robar continuamente para garantizarse una dosis. El problema es que se especializó en asaltar domicilios, en en muchas ocasiones las casas estaban habitadas. El violador de Capità Vila cobró notoriedad definitivamente el 17 de octubre de 2017, cuando entró por segunda vez en un piso de esa dirección palmesana. Ya lo había conseguido antes, cuando la dueña no estaba, y se apoderó de una televisión.
En la otra ocasión, en cambio, demostró un sadismo y una sangre fría que dejó estupefacta a la policía. Cuando la dueña se lo encontró dentro, la ató a la cama con un cable y la violó en dos ocasiones. Luego, le robó dinero y efectos y aún tuvo tiempo de mostrarle un cuchillo, a modo de tortura psicológica, para que la mujer le diera el número clave de sus tarjetas de crédito. Lo peor estaba por llegar. Antes de huir pegó fuego a la casa, para borrar huellas.
Sin importarle que la víctima podía morir en el incendio. Pero cometió un fallo garrafal: sacó dinero del cajero sin taparse el rostro, con la tarjeta de la víctima, y las cámaras le cazaron. Fue su principio del fin. Durante el juicio se mostró frío y calculador. Su condena fue contundente, pero tampoco se inmutó al escucharla.