El Tribunal Territorial Militar Segundo, con sede en Sevilla, ha continuado este miércoles el juicio por la muerte por un disparo de fusil de un legionario mallorquín de 21 años durante un ejercicio de la brigada de la Legión con base en Almería, desarrollado en marzo de 2019 en el campo de maniobras de Agost (Alicante), procedimiento que se dirige contra ocho militares, si bien el Ministerio Publico acusa tan solo a dos tenientes, un capitán y un sargento.
Tras el comienzo del juicio la semana pasada, con la comparecencia del sargento de la Brigada de la Legión Saúl Antonio Guil, a quien el Ministerio Público atribuye la autoría del disparo mortal, reclamando para él siete años, cinco meses y 15 días de prisión, la sesión de este miércoles ha contado con la comparecencia de cinco miembros de la Policía Científica de la Guardia Civil, todos ellos procedentes de Madrid, quienes según han informado fuentes del caso, han confirmado los informes de dicho departamento según los cuales el proyectil que mató al soldado fallecido procedía del fusil del sargento inculpado.
Mediante aspectos de trayectoria, distancia o componentes químicos, entre otros elementos, estos miembros de la Policía Científica han confirmado, a todos los efectos, las conclusiones alcanzadas respecto a que el proyectil que alcanzó al efectivo fallecido procedía del fusil que usaba el sargento de la Brigada de la Legión Saúl Antonio Guil, descartando además la posibilidad de que el impacto mortal de bala derivase de un «rebote» de un proyectil, planteamiento esgrimido por el principal inculpado en esta causa. En ese sentido, recordemos que todo aconteció en unas maniobras desarrolladas el 25 de marzo de 2019 en el campo de tiro de Agost, donde el pelotón que comandaba el sargento de la Brigada de la Legión Saúl Antonio Guil acometió un ejercicio de asalto a un merlón con cuatro blancos.
Sin instrucciones previas
Según la Fiscalía, tras culminar el ejercicio programado, el sargento gritó «enemigo al frente, al faldón de la montaña, en claro blanco a las doce, sin que dicha orden estuviese prevista previamente en la programación del ejercicio, ni se hubiese puesto en conocimiento del pelotón», ejecutando ese nuevo objetivo «subiendo el binomio más adelantado a la cresta del merlón, abriendo fuego desde la posición cuerpo a tierra». En ese contexto, y según la Fiscalía, uno de los disparos efectuados por el sargento «cuando se encontraba en pie, desde el merlón y a una distancia de unos 12,5 metros orientado a la posición» del legionario fallecido, Alejandro Jiménez, impactó sobre el mismo, «quien se encontraba en ese momento situado el primero por el flanco izquierdo en posición de rodilla en tierra, con su fusil orientado al suelo».
El proyectil alcanzó el culatín del fusil de la víctima, «desestabilizándose y sufriendo un volteo, que sin embargo no alteró su dirección, impactando a continuación en su cuerpo», ocasionándole una herida fatal «por orificio de bala en hemitórax derecho».
Un ejercicio «improvisado»
Al respecto, el citado sargento acusado en el juicio reconocía que como «jefe del pelotón», promovió de «improviso» el «segundo objetivo» una vez culminado el asalto inicial al merlón, precisando eso sí que aunque sí efectuó disparos en la primera maniobra de asalto, en ningún momento hizo «fuego al segundo enemigo» fijado por él mismo. En ese marco, manifestaba ser consciente de los informes periciales según los cuales el proyectil que alcanzó al legionario fallecido procede del fusil que él usaba y que en el merlón asaltado fueron localizados siete casquillos de proyectiles disparados con dicha arma que él portaba.
Esos informes periciales, según su opinión, son «totalmente erróneos». Según sus palabras, en ningún momento pensó que él pudiese ser el autor del disparo que había alcanzado al efectivo, alegando que «sin ser experto en balística», a su entender el impacto recibido por el soldado fallecido derivaría de «un rebote» de una bala. «Es la única solución balística», señalaba, exponiendo que a esa misma conclusión llegaron el capitán A. Cabello, acusado igualmente en esta causa junto con el teniente R. Gascón y con el otro teniente identificado como P.F.
Corrobora la tesis del «rebote»
Al respecto, el teniente R. Gascón, responsable del pelotón que operaba junto al que comandaba el sargento Guil, en el sector derecho del campo de maniobra, corroboró al declarar también como acusado que tras «el accidente», él consideraba que el soldado alcanzado por un disparo había sido víctima del «rebote» de una bala. «Era la opción más probable», aseguraba este oficial también acusado en el juicio, por su supuesta participación en los hechos y también por la presunta «alteración del escenario» del incidente. Al punto, negaba que escuchase que el capitán Cabello, igualmente inculpado en el caso, hubiese instruido a los efectivos para que, ante los investigadores de la Guardia Civil, manifestasen que sus posiciones de tiro en el momento del incidente estaban «cuatro o cinco metros más abajo» respecto a los verdaderos lugares.
«Afecciones» a la investigación
En ese sentido, el teniente aseguraba que los efectivos no podían «saber exactamente en qué posición estaban», manifestando que tras la reconstrucción de los hechos realizada por las unidades, antes de que la Guardia Civil comenzase a actuar y promoviese su propia reconstrucción, los investigadores de dicho cuerpo le «hicieron ver que con eso» se «había afectado» a las pesquisas. En su auto de procesamiento, recordémoslo, el juez apuntó que la «multitud de versiones ofrecidas sobre lo sucedido» y la «evidente contradicción entre el resultado de los informes y las declaraciones», lo que, según indicó, le llevó «necesariamente a concluir que pretendieron ocultar lo realmente acontecido, silenciando aspectos determinantes y tergiversando otros, con la única finalidad de dificultar la investigación policial y judicial y el descubrimiento de lo sucedido».