Era un viernes 13 de 2012, hace ahora diez años. El crucero Costa Concordia, una mole de 17 pisos y 114.500 toneladas, lleva a 4.200 personas a bordo, entre ellas algunos turistas mallorquines. El capitán de la nave, Francesco Schettino, ha estado cenando con una joven bailarina moldava, que le acompaña al puente de mando. Poco antes de las diez de la noche el barco se acerca peligrosamente a la isla de Giglio, en la toscana italiana. Es una maniobra habitual para impresionar a los viajeros. Pero Schettino calcula mal y colisiona con las rocas del escollo, que abren una vía de agua en la aleta de babor. La nave queda herida de muerte.
Se desata, entonces, el caos y el pánico entre los pasajeros y la tripulación y uno de los primeros en huir es el propio Schettino. El crucero se va escorando y el caos es total. Cientos de personas son evacuadas en distintos viajes a la isla, pero algunos se quedan atrapados en el interior de la embarcación. Entre ellos el mallorquín Guillermo Gual, de 68 años. Dos días después, su cadáver es rescatado por los equipos de emergencias. Jaume Gual, sobrino del fallecido, viajó a Italia al tener constancia de lo ocurrido.
Esos días, en declaraciones a este periódico, quiso dejar claro que «para mí el máximo responsable es el capitán del barco, él es el que ha provocado todo esto y quiero que quede constancia». El naufragio se saldó con la muerte de 32 turistas de distintas nacionalidades y 64 heridos. Y un bochorno nacional por el cobarde comportamiento de Schettino.
El apunte
16 años de cárcel para Schettino, el capitán el crucero
El Tribunal Supremo de Italia condenó a 16 años de cárcel a Francesco Schettino, el capitán del Costa Concordia. Schettino, que tenía 56 años, fue condenado en primera instancia en febrero de 2015 por el homicillo involuntario, naufragio y abandono del barco a 16 años y un mes de prisión. Dos años más tarde, se confirmó la sentencia.