La pequeña radio plateada de la habitación de un cuarto piso de la calle Dido, en la Platja de Palma, estaba encendida pero nadie la escuchaba. Las aspas del ventilador giraban, pero tampoco aireaban a ninguna persona.
La mesa de la televisión estaba cubierta de hojas del Marca. Sobre el periódico reposaba un libro de sopas de letras, un paquete de tabaco, una colilla en el centro de un cenicero blanco, un reloj Casio dorado y una cerveza vacía. En el fregadero de la cocina había un plato con restos de comida y dos yogures.
El cadáver del inquilino de la vivienda fue hallado en la habitación en avanzado estado de putrefacción. Las altas temperaturas de los últimos días aceleraron la descomposición del individuo. Agentes de la Policía Local y Nacional localizaron ayer por la mañana el cuerpo sin vida del hombre, nacido en 1958, que no presentaba signos de violencia.
El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional ha abierto una investigación para determinar las causas del fallecimiento que, en un principio, podría tratarse de una muerte natural.
El fuerte olor a putrefacción que salía de la puerta del cuarto piso del edificio de la calle Dido llamó la atención de los vecinos. Hacía más de una semana que no tenían noticias del hombre que vivía allí y decidieron avisar a los equipos de emergencias. Una patrulla de la Policía Local y después otra de la Policía Nacional acudieron al domicilio y encontraron el cuerpo del hombre. Tenía la cara desfigurada a consecuencia de la putrefacción y no pudo ser identificado.
En la nevera solo había un paquete de botellines de cerveza, una manzana y un melón podridos. Los investigadores no han localizado a ningún familiar hasta el momento.
El fallecido vivía solo en compañía de un pequeño perro mil leches que se alegró al ver a los agentes entrar en la vivienda. El animal se subió a la mesa y al sofá y bebió el agua que le pusieron los policías. Una protectora se hizo cargo de él.