Ahora que todos los mallorquines hemos padecido lo que supone estar privados de libertad, resulta inevitable mirar hacia la cárcel de Palma. Donde el confinamiento no se prolonga solo durante el estado de alarma. Un equipo de Ultima Hora ha entrado en el centro penitenciario de la carretera de Sóller para entrevistar a su director, Francisco Baldonedo. Que con una gestión enérgica ha conseguido que, de momento, el virus se quede en la calle, lejos de prisión. La rejas han frenado al enemigo invisible.
En los primeros días de la pandemia la tensión era palpable entre los internos.
—Afortunadamente no ha habido incidentes graves. De hecho, tenemos menos incidentes que antes. Quizás las medidas adoptadas han servido para calmarlos. Yo creo que es vital dar información a los reclusos, contarles lo que hay. Evidentemente, pese a todo, están preocupados. Es normal.
Y el tema pintaba mal porque se suspendieron los vis a vis, no entraba droga y tampoco podían ver a sus familiares.
—No quedaba más remedio que adoptar esas medidas tan estrictas. Es una crisis sanitaria sin precedentes. No hay permisos para salir, no entran familiares ni voluntarios y se suspenden las clases. Pero la mayoría de los 1.160 internos que tenemos actualmente lo han entendido perfectamente y colaboran.
La iniciativa de las videollamadas entre presos y familiares ha sido todo un éxito.
—Sí, desde luego. La Dirección General nos entregó cinco móviles para que los presos puedan participar en videollamadas y hablar con sus allegados. Hemos hecho más de 1.200 videollamadas en estos días de confinamiento, en concreto desde el 10 de marzo. De lunes a domingo. Algunos internos, por ejemplo de Colombia o República Dominicana, era la primera vez que veían a sus familias desde que están aquí en prisión.
¿Cómo pueden llamar?
—Salen de cinco en cinco del mismo módulo, para no mezclarse. Primero hacen la solicitud de con quién quieren hablar (que entre dentro de los parámetros de legalidad) y grabamos el número. Luego, un funcionario en el locutorio coloca el móvil en un soporte y marca con un puntero. Luego, ya pueden hablar durante diez minutos. Es todo gratis.
Que ningún presidiario se haya contagiado parece algo milagroso.
—Bueno, no somos la única cárcel. En España hay otras como nosotros. En Madrid, sin embargo, han fallecido dos internos, que tenían patologías previas. Lo que ocurre en las cárceles es un reflejo de lo que ocurre en las diferentes provincias españolas.
¿Están realizando muchos test para detectar la enfermedad?
—Pues mire, llevamos 144 PCR de internos y todos han sido negativos, como hemos comentado. Entre los funcionarios hemos hecho 88 PCR y ha habido tres casos de contagio.
¿Los presos llevan mascarillas?
—Los funcionarios llevan mascarillas, guantes y gafas especiales. Los internos que están en sus módulos, no. Sin embargo, los que realizan tareas productivas (como reparto o cocina) sí llevan mascarillas de protección.
¿Pueden hacer deporte?
—Sin ningún problema. Pueden jugar, por ejemplo, a fútbol. Aunque es curioso pero ahora se ha puesto de moda la petanca. Les gusta mucho. También pueden correr. Es importante que salgan a los espacios abiertos, para que se oxigenen. También pueden ir al cine del centro. No hay distanciamiento social porque no se mezclan por módulos.
Cuentan que algunos presos, asustados, prefieren no salir.
—Es cierto, y se permite que se queden en sus celdas, siempre y cuando la dirección lo autorice. Es una forma de aligerar salas y estancias. También se ha desdoblado el comedor, se ha espaciado para que no estén tan juntos en las comidas.
En su día hubo polémica con la piscina que tienen, en la calle no se entendía.
—En estos momentos está cerrada, pero luego funcionará.
¿Colaboran los presos en la lucha contra el coronavirus?
—Así es y le pondré un ejemplo. Hay internos que están haciendo filtros para las mascarillas. La Asociación de Diseñadores de Palma nos donó 400 mascarillas de tela, en las que se puede cambiar el filtro de dentro. Y hay internos que se dedican a esta labor.
Además de las videoconferencias, ¿han aumentado las llamadas normales que podían hacer los internos al exterior?
—Sí, porque las circunstancias son excepcionales y hemos de reaccionar. Ahora las llamadas se amplían de 10 a 15 a la semana. Si el recluso no tiene medios económicos, nosotros le damos una tarjeta para que llame. Lo importante es que no se sientan abandonados. Hacemos lo posible por ayudarles.
Desde que el Gobierno decretó el estado de alarma los jueces han ordenado el ingreso en prisión de veinte personas por saltarse el confinamiento en Mallorca. ¿No lo considera desproporcionado?
—Bueno, el perfil de estas personas que comenta es un perfil especial: viven de un lugar para otro. Son casos de personas que han sido denunciadas varias veces por la Policía o la Guardia Civil y han vuelto a reincidir y desobedecen las órdenes para quedarse en casa durante el estado de alarma decretado por el Gobierno. Algunos son inadaptados, otros sin arraigo, y también hay extranjeros.
¿Pero le parece correcto?
—Estamos para lo que la autoridad judicial disponga.
¿A usted le ha parado la policía?
—Pues sí. Fue a las once de la noche, delante de mi casa, cuando volvía del trabajo. Lo acredité y no hubo ningún problema.