El chef del laboratorio de cocaína descubierto en el sótano de una finca en Lloseta aseguró a los agentes de la Guardia Civil que no sabía nada de lo que había bajo tierra. No tenía ni idea de la existencia de ese refugio en el que hallaron nueve kilos de cocaína y 10.000 euros en efectivo.
El laboratorio desmantelado en la casa de campo funcionaba desde hacía unos nueve meses, según fuentes de la investigación. Camille, un hombre de 54 años y nacionalidad libanesa, pasó la mañana del miércoles mirando con resignación a los medios de comunicación apostados en la puerta de su domicilio durante la ‘operación Crótalo'.
El sospechoso, que llevaba papeles en la mano, vestía con una camiseta de camuflaje, pantalones cortos negros y sandalias. En las tres viviendas que registraron los agentes del Equipo contra el Crimen Organizado de la Guardia Civil y la Policía Judicial de Algaida vivían tres mujeres y dos hombres, entre ellos Camille. El habitáculo subterráneo que utilizaba la banda de narcotraficantes desarticulada lo construyó su padre hace aproximadamente una década. El hombre falleció un año atrás y fue cuando Camille, supuestamente, reconvirtió esa especie de iglú, de unos 30 metros cuadrados, en su particular cocina.
La exmujer del libanés, de nacionalidad colombiana, fue el enlace con los distribuidores sudamericanos que cayeron en junio tras el hallazgo de 82 kilos de cocaína en un barco a punto de salir de Colombia en dirección a Mallorca.
Un hombre de Lloseta que conoce a Camille y prefiere no revelar su identidad cuenta que son una familia «muy atenta y creyente» de refugiados del Líbano. Camille entregaba estampitas religiosas a sus amigos y siempre que se despedía decía: ‘Que Dios te bendiga'». Un crucifijo adornaba una de las dos entradas al zulo repleto de utensilios para cocinar y adulterar la droga.