De lunes a viernes se despertaba a las cuatro y media de la madrugada para repartir pescado por Madrid. Los fines de semana se colaba en las cloacas para atracar bancos. La doble vida de Flako, el ‘Robin Hood de Vallecas', terminó el 26 de agosto de 2013 tras el asalto a un Bankia de Usera. Tenía 29 años y lo detuvieron el mismo día que nació su hijo.
La banda del Rayo, también conocida como el clan de las alcantarillas, llevaba encima más de 66.000 euros de botín. El líder de la organización, Flako, pasó cuatro años y dos meses en la cárcel y escribió Esa maldita pared (Libros del K.O).
El exbutronero cuenta en sus memorias que estuvo de viaje de estudios en Mallorca en los años 90. «La primera vez que estuve bajo tierra fue en las Cuevas del Drach», recuerda Flako, el pasado jueves, mientras sorbe una cerveza en la terraza de un bar en Vallecas.
Estuvo acusado por siete delitos de robo con violencia e intimidación, 13 detenciones ilegales, tenencia ilícita de armas y banda organizada. Tenía por delante casi un mes de juicio, pero llegó a un acuerdo con la Fiscalía. Confesó dos atracos y aceptó siete años y medio de cárcel. Actualmente, disfruta del tercer grado penitenciario. «Me arrepiento de asustar a las personas que apunté con una pistola porque es bastante desagradable. Me arrepiento de no haber sido más precavido, de no haberme retirado a tiempo».
Flako afirma que robar bancos engancha. «Yo llevaba una doble vida y eso es adictivo. Hay placeres como echar un polvo, comerte una buena mariscada o conducir un Ferrari. Para mí, robar un banco era un placer. Si no tuviera un hijo y me dijeran: ‘Mira, Flako, te quedan dos años de vida'. Yo volvería a robar. Además con gusto, ¿eh? Y fuerte. Vamos, dejaría Madrid como un queso gruyer. Todo lleno de agujeros».
Periódicos
El exatracador compraba todos los diarios en una gasolinera después de cada golpe. «Me encantaba, era como un trofeo. No es que me volviera loco y empapelase mi casa con las hojas de los periódicos, pero los compraba para ver qué decían. La verdad es que acertaban».
Flako ha encontrado trabajo en una empresa de resinas. Su jefe conoce su historia, su pasado como butronero. «Podría haber sido pocero o colaborar con la policía de subsuelo, pero no creo que me dejen volver a las alcantarillas. Bueno, no tiene por qué, mientras no me acerque a los sitios que tengo prohíbido hacerlo hasta 2021... sería un fantástico pocero [ríe]».