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El dueño del agroturismo condenado por explotación laboral: «Es una venganza»

Vasile Gafton, afincado en Mallorca desde hace 20 años, es propietario de un agroturismo en Manacor y de la empresa de pollos al ast Can Basilio. Cada día acude a un mercado de la Isla para vender pollos al ast y conejo. | Alejandro Sepúlveda

| Manacor, Mallorca |

Vasile Gafton, propietario de un agroturismo en Manacor y de la empresa ambulante de pollos al ast Can Basilio, fue condenado por explotar a seis trabajadores, entre junio y septiembre de 2016. El hombre, de 65 años y nacionalidad rumana, aceptó esta semana en la Audiencia de Palma dos años de cárcel e indemnizar a uno de lo empleados con 12.000 euros. «La denuncia es una venganza», asegura por teléfono. «Un trabajador me estafó más de 250.000 euros con la venta de pollos durante cuatro años. Él sabía que en el momento en que tuviera suficientes pruebas lo iba a despedir y denunciar. Habló con el resto de exempleados y así empezó mi tragedia».

Gafton contrató a tres empresas de detectives para intentar demostrar que su ex trabajador le estafaba. Tenía un presunto cómplice con el que quedaba antes de acudir al mercado de pueblo correspondiente y le entregaba otras bandejas de pollos que luego vendía en cajas de Can Basilio.

El exempleado de Vasile Gafton, cuenta, le devolvía sus pollos y le decía que no acudían clientes y que no había vendido nada. Un detective contabilizó hasta 100 ventas de pollos el 25 de noviembre de 2016, en el mercado de Son Ferrer, desde las 10:10 hasta las 14:31 horas. «Yo le pagaba un sueldo y él se aprovechaba de mi infraestructura. Es decir, botellas de gas, horno, espadas, pago del mercado, máquinas de envasar, generador...». La supuesta estafa ascendería a 253.440 euros.

El hombre lamenta haber confiado en los empleados. «Leí en la Biblia lo que dice el profeta Isaías: ‘Maldito sea el hombre que tiene confianza en otro hombre'. Yo soy este, señor», insiste. La persona a la que tiene que indemnizar con 12.000 euros, también de nacionalidad rumana, «se ha quedado mi puesto de Muro, donde estaba yo desde hacía 15 años. Puso a su nombre el puesto con mi contrato de trabajo. Yo le enseñé a hacer todo. Me quedé en shock cuando lo vi. Les decía a los clientes que yo me iba a jubilar».

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