El policía que dirigió la investigación por el homicidio ocurrido en Porto Cristo en junio de 2014 ha señalado en el juicio que hay numerosos indicios que apuntan al acusado como autor, como que el revólver del crimen se halló escondido en su taller y que sabía que su mujer y el asesinado eran amantes.
«Yo no tengo ninguna duda», ha asegurado el investigador sobre la autoría del crimen, en su declaración como testigo en la segunda jornada del juicio ante un jurado a A.M.N, para quien la Fiscalía pide una condena de 22 años de prisión por asesinato y tenencia ilícita de armas.
El entonces jefe del Grupo de Investigación de Homicidios ha relatado ante el jurado que cuando empezaron a investigar el crimen descartaron que el móvil fuera el robo porque la víctima conservaba la cartera y en el restaurante del que era propietario había botes de monedas y la caja registradora estaba abierta.
Averiguaron que había rumores en Porto Cristo de que el fallecido y la esposa del acusado eran amantes, algo que corroboraron varios testigos. También comprobaron que el asesinado y su amante habían hablado por teléfono el día antes del crimen, y que el acusado estuvo en el bar de la víctima la víspera del crimen.
El policía ha detallado que en el primer registro del taller del acusado encontraron una caja de munición con punta de plomo, del mismo tipo que la usada para matar de la víctima y poco habitual en el mercado.
Ha mencionado como indicios que encontraron huellas del acusado en una taza de café en el lugar del crimen, que las imágenes de seguridad del taller revelaron que se cambió de ropa ese día nada más llegar, y que detectaron en su ordenador búsquedas en internet realizadas desde un año antes del suceso relacionadas con infidelidades, con la fabricación de armas y con cómo dar palizas sin dejar huella.
Ha precisado que si bien hasta un año antes del crimen, las búsquedas en la red eran las propias de un taller y estaban relacionadas con piezas y material, a partir de junio de 2013 desde ese ordenador se buscaron dispositivos para espiar móviles, información para construir un silenciador y una pistola bolígrafo e instrucciones sobre un revólver. También hubo búsquedas con el nombre de la víctima.
«La idea que habíamos tenido al principio de que había sido un arrebato cae por su propio peso», ha indicado sobre el curso de la investigación tras analizar el ordenador.
Entonces requirieron la intervención de especialistas para buscar el arma en un tercer registro del taller y fue hallada en un agujero de un forjado, cargada con los seis cartuchos que caben en su tambor.
Después de que el acusado calificara ayer como una trampa que el arma apareciera en su taller y explicara que había cristaleras abiertas, el policía ha dicho hoy que esos ventanales están a «una altura que no es fácil» y que no detectó fuera del taller «pisadas ni ningún elemento» que le hiciera sospechar que hubiera entrado nadie.
Ha indicado que no hubo otra investigación una vez averiguaron que la víctima tenía «una vida secreta», relacionada con la infidelidad con la esposa del acusado.
El policía ha admitido que el acusado facilitó a los agentes los registros y que requisaran las imágenes de seguridad del taller. «Todo lo permitió voluntariamente», ha explicado.
Sobre la víctima, el investigador ha indicado que lo primero que le llamó la atención al llegar al lugar del crimen fue que tuviera una servilleta en la mano, lo que indicaba que recibió los disparos cuando estaba desayunando y que no le había dado tiempo a defenderse.
Otro policía, un miembro del Grupo Operativo de Intervenciones Técnicas que participó en el registro en el que se encontró el arma del crimen, ha declarado que el escondite «se hizo a propósito para algo» y era un lugar difícil de encontrar. «Si no llega a ser por el vídeo-endoscopio y la pericia profesional, no se hubiera encontrado», ha explicado.
Tras la declaración de siete testigos, el juicio proseguirá este miércoles.