La Audiencia Provincial de Palma ha condenado a una pareja a pagar una multa de 4.320 euros y 2.863 en indemnizaciones por pinchar los neumáticos de hasta doce vehículos que estaban aparcados en el parking de La Granja de Esporles, como venganza por la cantidad que habían tenido que pagar tras comer en el restaurante de este enclave cultural de la isla.
Mediante una sentencia, el tribunal de la Sección Segunda ha confirmado la resolución dictada al respecto en primera instancia, que consideraba probados los hechos acaecidos el 13 de junio de 2010, cuando los acusados visitaron la zona y se quedaron a comer en el establecimiento allí ubicado. Ante lo elevado de la cuenta, ambos se enfadaron con un camarero del local al considerar que por lo que habían consumido debían pagar menos.
Fue al salir del restaurante cuando, puestos de acuerdo previamente, comenzaron a pinchar las ruedas de los automóviles estacionados en el aparcamiento, causando daños de hasta 565 euros en uno de los vehículos afectados.
Pruebas y testigos
Ambos inculpados recurrieron la sentencia dictada por el Juzgado de lo Penal número 4 de Palma, que consideraba al hombre autor de un delito continuado de daños y a la mujer cooperadora necesaria en los hechos, en los tanto uno como otro negaron su participación durante el juicio.
Sin embargo, el tribunal asevera que en este proceso «no sólo se ha contado con meros indicios» sino también con una prueba directa, como lo fue la testifical del encargado de mantenimiento de La Granja de Esporles.
El testigo, nada más ser alertado por una pareja de alemanes de que un hombre que llevaba puesta una gorra de La Granja y una señora estaban pinchando las ruedas de los coches, llamó a la Guardia Civil para que se personara en el establecimiento, pudiendo llegar a escuchar cómo la acusada le decía a su entonces marido que «tirase el cuchillo».
«Había tocado aves»
Es más, uno de los agentes que acudió al lugar manifestó que pudo apreciar en las manos del inculpado las típicas líneas o huellas que dejan los neumáticos después de manipularlos. Una suciedad de grasa que la mujer dijo que no vio y que, si de ser así, es algo «normal» porque él «lo toca todo» y ese día en La Granja «había tocado aves antes de comer».
Según el tribunal, se trata de una alegación que «no es creíble» al aseverar que en algún momento de la comisión de los hechos el hombre tuvo que poner las manos en los rodamientos o en los bajos de los automóviles y de ahí la suciedad que apareció en sus manos, lo que fue constatado por varios testigos y sobre la que no se ha ofrecido «ninguna explicación plausible».
La acusada llegó a afirmar que la declaración vertida por el responsable de mantenimiento obedece a que «nos tenía un poco de rabia», respecto a lo que la Sala se pregunta el porqué, «si el problema que tuvieron en el establecimiento fue tan nimio». Mientras tanto, al ser inquirida sobre el hecho de que el testigo afirmase haberla oído decir a su marido que «tirase el cuchillo», aseguró ella desconocer la causa. «Lo cierto es que, según una de las testificales, la actitud de ambos acusados ya había sido cuando menos extraña a lo largo del día», subraya la sentencia.