«Venga chaval, ponme una cañita. A lo mejor te pago alguna, que estoy de guardia. Por cierto, ¿no tendrás menores en tu bar?». El que habla no es «Torrente», el brazo tonto de la Ley. Es Juan Manuel G., un falso guardia civil detenido ayer por organizar redadas y robar a los vendedores ambulantes del Port d'Alcúdia. El acusado, que llevaba placa falsa y walkie, era un admirador del personaje de cine creado por Santiago Segura.
Hace una semana la Policía Judicial de la Guardia Civil tuvo conocimiento de que un hombre, que vestía de paisano y aseguraba que era «de la secreta» estaba llevando a cabo identificaciones en Alcúdia.
Placa del Cuerpo
Los días siguientes se descubrió que el citado individuo, de mediana edad y que lucía unos característicos tatuajes, se paseaba por la zona con un walkie talkie y con una placa de guardia civil. Sin embargo, no era la identificación utilizada por la Policía Judicial.
El falso guardia actuaba como «Torrente» y en algunos bares organizó redadas por su cuenta y riesgo: «Vamos a ver, esto es una redada de menores», gritaba, al tiempo que empezaba a pedir la documentación, sobre todo a chicas y mujeres. En otra ocasión, se entrevistó con el vigilante jurado de un conocido complejo hotelero de la zona, al que interrogó por la seguridad en la zona: «Si tienes algún problema me llamas a este móvil, pero no me cuentes lo que está pasando, simplemente me dices: Aquí hay un código 56, y yo vendré enseguida».
El benemérito ficticio, en estos días, se presentó en un local y le pidió al camarero unas cervezas. No pretendía pagarlas, y también le enseñó la placa y le contó que era «agente de la secreta». A continuación, añadió: «Espero que no tengas a menores por aquí, chaval, que te puede caer el pelo».
El «Torrente» de Alcúdia también acosaba a los vendedores ambulantes, a los que enseñaba la placa para atemorizar: «A ver, queda requisada toda la pasta que tenéis y también el género, que soy agente de la Ley». Luego simulaba que hablaba con el walkie, dando instrucciones a compañeros ficticios. Los inmigrantes subsaharianos, que no querían problemas, colaboraban con él o cambiaban de ubicación.
Ayer por la mañana, tras una intensa búsqueda, la Policía Judicial de la Guardia Civil detuvo al admirador de Santiago Segura. Cuando vio aparecer a los agentes, la cara le cambió, del susto. Y ni rastro de la mítica frase: «¿Nos hacemos unas pajillas?».