El temor a una contaminación radiactiva se extendió ayer en Japón después de que las autoridades admitiesen un incremento del nivel de yodo en el agua de Tokio y recomendasen no comer verduras cultivadas cerca de la planta nuclear de Fukushima.
El Gobierno japonés insistió en que no hay un riesgo inmediato para la salud pero al tiempo aconsejó dejar de consumir espinacas, col o brécol de la provincia de Fukushima, donde se encuentra la inestable central que, doce días después del devastador tsunami, sigue sin lograr refrigerar sus seis reactores.
Más alarmante fue la admisión, por parte del gobierno metropolitano de Tokio, de que los niveles de yodo radiactivo en el agua de la capital japonesa habían superado los límites permitidos para niños menores de un año, por lo que recomendó a los padres que no la administren en biberones y otras fórmulas.
Una vez más, las autoridades volvieron a pedir calma y aseguraron que el consumo de agua del grifo de la capital nipona no supone ningún riesgo inmediato para la salud, ni en el caso de los bebés, y que los adultos pueden beberla sin problemas.
El temor a la contaminación alimentaria se produjo mientras prosiguen los esfuerzos para estabilizar la central de Fukushima, donde de la pasada noche se logró devolver la electricidad a la sala de control del reactor 3. Este está considerado uno de los más peligrosos, pues funciona con una mezcla de uranio y plutonio muy contaminante.