La calle Marià Aguiló de Palma ha sido lo más parecido a Sodoma y Gomorra en los últimos años. Desde 2005 los vecinos han estado en pie de guerra por un bar regentado por bolivianos que generaba ruidos desmesurados, peleas, agresiones sexuales y vandalismo. Justo al lado del local hay un garaje cerrado del que salía un hedor insoportable. Ahora se ha descubierto el motivo: dentro había toneladas de basura, medio metro de agua fecal estancada y una plaga de mosquitos, cucarachas y ratas. El ayuntamiento ha reconocido que es un «problema de salud pública».
El jueves bomberos, Cuerpo Nacional de Policía, Policía Local y la regidora de Sanidad de Cort se presentaron en el párking, pero no pudieron abrirlo. Al día siguiente volvieron y la agencia que lo explota sí abrió el candado. El panorama que se encontraron fue desolador: «El olor era tan fuerte que inundó la calle, no podíamos pasar por al lado. Es increíble pensar que hemos pasado años viviendo encima de tanta porquería», apunta Dolors, una de las vecinas afectadas. En el interior del garaje, utilizado al parecer por el mismo boliviano que llevaba el bar vecino, había tanta porquería que los bomberos han estado dos días sacando aguas sucias y residuos, y todo sigue igual. «La semana que viene dicen que nos van a desalojar. Queremos saber si durante estos años la humedad se ha filtrado a los cimientos de la finca», comenta otro residente.
«Que el dueño dé la cara, lleva años rehuyéndonos», señala un tercer vecino, que acusa al anterior consistorio de desidia: «Catalina Cirer permitió que esto sucediera, porque pusimos decenas de denuncias y nunca hizo nada».
Los bomberos, el viernes, accedieron con un medidor de gas y detectaron sólo un 20% de oxígeno: «Hay tanta agua acumulada que no sabemos lo que nos encontraremos cuando la saquen toda. Quién dice que no hay alguna persona muerta allí abajo», se pregunta Dolors.
La bajante de la finca había reventado y durante estos años las aguas fecales se han acumulado en el aparcamiento, hasta alcanzar una altura de medio metro. «Es difícil de soportar el hedor; hacía tiempo que no veíamos tanta porquería junta», reconoció un bombero que participó en las tareas de limpieza.
En Marià Aguiló, a la altura del número 9, han estado abandonados a su suerte. Primero fueron las peleas y excesos de los bolivianos, luego el enfrentamiento abierto con el vecindario, que no podía dormir por culpa de las bacanales de los inmigrantes, y ahora el garaje convertido en una piscina fétida. Un escándalo.