Ni Marta Taulats ni Matías Mezzeti podían imaginar que subiéndose a ese vehículo estaban firmando su sentencia de muerte. Eran felices, las cosas les iban bien y tenían planes de boda. México era un viaje más para ellos, el enésimo. A la postre, sería el último.
La pareja, ella catalana y él italiano, residía en Menorca, donde había montado una escuela de buceo, una de sus pasiones. En diciembre pasado planearon un viaje a la Riviera Maya, en el caribe mexicano. Marta conocía bien ese país y decidieron alojarse en una cabaña de unos amigos, en la comunidad de Francisco Uh May, en la carretera hacia Cobá. Se trata de un enclave próximo a las ruinas arqueológicas de Tulum, uno de los tesoros de la Riviera. Pero de un tiempo a esta parte la inseguridad se ha adueñado de buena parte del pueblo y en los hoteles recomiendan «ir pegado al guía» cuando se realiza esa excursión.
Incluso el empresario Josep Taulats, padre de Marta, le advirtió del peligro que conllevaba ese itinerario. Marta, con todo, no se amedrentaba fácilmente y siguió adelante con sus planes. El martes 6 de diciembre su Volkswagen Escarabajo -un modelo muy típico en México- se averió. Al día siguiente hicieron auto-stop para salir de la comunidad Francisco Uh May, en dirección a Macario Gómez. A las nueve de la mañana ya estaban en la carretera y a las cuatro de la tarde, cansados, se detuvieron en un colmado llamado Stop'n Go. Sin que ellos lo supieran una cámara de seguridad próxima grabó toda la secuencia. La pareja lleva mochila y ropa de excursión.
Marta entra en la tienda, tranquilamente. Su novio le espera en la calle, apoyado en un coche. En la grabación, que fue clave para la resolución del caso, se aprecia como a lo lejos se acerca una camioneta Pick Up, y pasa junto al italiano. En el interior van tres jóvenes de Veracruz, drogados y alcoholizados. Al minuto sale Marta del negocio y se reúne con su novio. Cargan las mochilas y caminan en dirección a un cruce próximo, sin sospechar que los tres salvajes del vehículo han reparado en ellos, o para ser más exactos en ella. Es Marta quien les interesa.
Rubén Alfaro, Carlos Januario y el tercer compinche, cuya identidad todavía se ignora, comprenden que están ante unas presas fáciles. Les observaban por poco tiempo y se acercan a ellos para ofrecerles su camioneta y acercarles a su cabaña, en Francisco Uh May. Según la versión de la policía mexicana -que no siempre es fiable- se ganan su confianza explicándoles que de camino hay un cenote (río subterráneo) digno de ser visitado, y que ellos saben cómo llegar. Marta y Matías suben al vehículo y nunca llegan al cenote.
El vídeo acaba con esa secuencia y lo que a continuación ocurrió ha trascendido gracias a la declaración de dos de los tres acusados. Los dos residentes en Menorca debieron de mostrarse inquietos por el estado de sus tres inesperados amigos y les insistieron en que se querían apear antes de llegar a su cabaña. El trío accede, para despejar sus temores, y al poco tiempo les ofrece visitar su granja de pollos. Les dicen que pueden ver cómo vive esa comunidad indígena y Marta y Matías vuelven al automóvil.
Su siguiente destino no es el rancho de Santa Cruz, tal y como estaba previsto, sino el Pozo número 5. Una paraje alejado y solitario, idóneo para las oscuras intenciones que ya albergan los tres desconocidos. Cuando Matías descubre lo que va a ocurrir intenta proteger a su novia y recibe una puñalada mortal. Cae malherido y luego fallece. Marta no tiene una muerte tan rápida, para su desgracia. Los jóvenes de Veracruz, ofuscados por las drogas y el alcohol, dan rienda suelta a todo un ritual de horror y tortura. La violan de forma despiadada y la golpean y amenazan para que no ofrezca más resistencia. A pocos metros yace el cadáver de Matías, todavía caliente.
Cuando han acabado con la joven catalana deciden que no pueden dejarla con vida: les delatará y acabarán todos entre rejas. La segunda parte de la masacre es digna de una película de terror. Le asestan hasta ochenta machetazos y desfigaran terriblemente su cuerpo, su rostro. Cuando son conscientes de lo que acaban de hacer intentan esconder los dos cadáveres y los trasladan, al parecer a bordo de la furgoneta, hasta un margen de la carretera Tulum-Cobá. Los arrojan a la altura del kilómetro 6, uno junto al otro, y los tapan con algunos juncos y cañas. Cambian de opinión, quizás porque llega alguien, y los dejan semidesnudos sobre la selva. Ella destrozada; él con una puñalada mortal.