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Obligan a un vecino de Palma a asumir la paternidad de seis hijos de su amante

Mantuvo una relación prolongada con una mujer casada, que ya era madre de otros tres hijos

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Una sentencia de la Audiencia obliga a un vecino de Palma a que asuma la paternidad de seis hijos que tuvo con su amante, una mujer casada que antes de conocer a este hombre ya era madre de otras tres criaturas. Esta sentencia la ha elaborado el magistrado Miguel Angel Aguiló Monjó, presidente del tribunal de la Sección Cuarta de la Audiencia, que confirma una decisión anterior dictada por un juez de primera instancia. El fallo del tribunal supone que este hombre, que voluntariamente se sometió a las pruebas de ADN y se confirmó que era el padre de estos seis hijos (tres de ellos ya son en estos momentos mayores de edad), asumir todas las responsabilidades que conlleva la paternidad, como por ejemplo compartir los gastos por la educación de sus descendientes. No sólo la sentencia le condena a reconocer que él es el padre, sino que también tiene que pagar las costas del juicio.

La sentencia explica que la madre de estos niños se casó en la ciudad de Granada en el año 1972 y tuvo tres hijos en esta ciudad con su esposo. Siete años después de contraer matrimonio la pareja y sus hijos se trasladaron a vivir a Mallorca, donde continuan residiendo en estos momentos. Al poco tiempo de instalarse en la isla la pareja conoció a un hombre, con el que ambos entablaron una amistad especial. Mucha más intenso fue el interés de la mujer, que al poco tiempo este hombre se convirtió de ser un amigo a ser su amante. Dicha relación, sentimental y sexual, se prolongó al menos hasta el año 1992, puesto que en el mes de julio del año siguiente nació el último de sus seis hijos.

A pesar de esta prolongada infidelidad el matrimonio continuó unido y de hecho los últimos seis hijos fueron inscritos con los apellidos de su marido, y no con los del amante, puesto que éste no reconoció nunca que los niños fueran suyos. Sin embargo, el marido, según detalla la sentencia, consentía en inscribir a los recién nacidos con sus apellidos, a pesar de que sabía que las criaturas no eran suyas.

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