A las nueve menos cuarto de la noche del martes dos policías locales que patrullaban por las inmediaciones de la Plaza de Toros de Palma fueron informados por el dueño de un bar cercano de que una mujer embriagada estaba alborotando con su bebé en brazos. Los agentes se personaron en el establecimiento y comprobaron que el comunicante tenía asida por los brazos a una mujer de mediana edad, que estaba muy alterada y profería potentes gritos, al tiempo que intentaba zafarse de él.
Al ver a los funcionarios, el hostelero soltó a la fémina y se dirigió hacia ellos, para explicarles que poco antes esa señora, a la que conocía de ocasiones anteriores, había llegado al local con su hijo en un porta-bebé. Le pidió una cerveza, a pesar de que el pequeño lloraba desconsoladamente, y a continuación, según este relato, fue al baño haciendo caso omiso a los llantos del menor. El propietario del bar, indignado por su actitud, le llamó la atención. La madre, sin embargo, lo ignoró y siguió su camino. De vuelta del aseo cogió con fuerza al bebé y lo zarandeó, al tiempo que cogía el biberón e intentaba introducírselo con fuerza. Luego, como el pequeño seguía llorando, lo abrazó con violencia contra el pecho para callarlo.
En ese momento, temiendo seriamente por la integridad del niño, una testigo y el dueño del bar se hicieron con él y lo separaron de la madre. Los agentes también fueron informados de que la mujer había actuado de esa guisa en otras ocasiones y que solía consumir bebidas alcohólicas. La aludida, cuando iba a ser detenida, se abalanzó sobre el testigo y también golpeó en el pecho a uno de los policías que la sujetaban. Acto seguido apareció en escena un varón de 43 años, que se identificó como el padre de la criatura y que explicó que pesaba sobre él una orden de alejamiento de su mujer, por lo que al verla por la calle se había marchado para evitar problemas.