Un público atento a cada una de las intervenciones llenó el aforo de la Sala Aljub de Es Baluard Museu para disfrutar de las ponencias de la jornada que, bajo el título ‘¿Éramos más humanos antes de Internet?’, desarrolló el Club Ultima Hora-Valores junto con la Universitat de les Illes Balears (UIB). Un cartel de excepción estaba encabezado por la prestigiosa neurocientífica británica Susan Greenfield, junto con el filósofo y escritor Diego Hidalgo Demeusois, a los que se unieron en la mesa redonda final el neurocientífico cognitivo Alejandro Gálvez-Pol e Ignacio Bergillos, coordinador académico del Grado de Comunicación Audiovisual del CESAG, bajo la moderación de Javier Mato, periodista y doctor en Periodismo y Cultura Digital.
Fue la presidenta del Grup Serra, Carmen Serra, la encargada de dar la bienvenida a todos los presentes, anticipando el interesante contenido de la jornada (que pudo seguirse por streaming), más cuando «todo este mundo digital avanza a una velocidad que, en muchos casos, no nos permite desgranar los riesgos sociales que suponen para todos nosotros, y especialmente en la edad temprana».
Acto seguido intervino Jaume Carot, rector de la UIB, quien destacó la conexión existente con el Club Ultima Hora-Valores desde 1996, poniendo en valor «a la universidad como institución de referencia» a la par que destacó del contenido del encuentro «la rapidez de los avances que han significado cambios en nuestra forma de vivir y pensar».
Implicada
Dirigiéndose de inicio en castellano a los asistentes, tomó la palabra Susan Greenfield, que impartió la ponencia titulada El futuro de la mente, la mente del futuro. La reconocida investigadora, destacada por sus estudios sobre el impacto de la tecnología en el cerebro humano y las enfermedades que afectan al mismo, ofreció una interesante e ilustrativa intervención, preguntándose «¿qué es la mente?», a lo que ella mismo dio respuesta al afirmar que es «algo difícil de responder», aunque dejó varias ideas, relacionadas con el desarrollo de las neuronas. «Cuanto más ejercicio hacemos, más fuertes somos. Lo mismo pasa con las neuronas, que crecen como ramas y pueden contactar entre sí si tienen un entorno estimulante». Las percepciones pueden verse alteradas «por enfermedades como el Alzheimer o la demencia, que reducen el tamaño de esas neuronas y hacen ver el mundo como un niño pequeño». Eso sí, en el acelerado curso de neurociencia impartido, Greenfield recalcó que ese cerebro «cambia a cada momento».
Prosiguió la científica con base en Oxford refiriendo el concepto de tecnofobia, adversión o rechazo a las nuevas tecnologías, recordando que «antes hubo gente que también estaba en contra de la imprenta o del coche y la televisión...», ante un aforo que seguía con enorme interés sus palabras. Y endureció tras ello su discurso, afirmando de manera clara que «la tecnología sustituye al mundo real, y es algo que hay que valorar», para dar paso a la «adicción a Internet» y el papel de la dopamina, «capaz de reforzar una serie de conductas», a la vez que una carencia de la misma puede derivar en patologías como el Parkinson, «inhibiendo una parte del cerebro», cuya parte frontal desgranó como clave en su desarrollo definitivo.
Socialización
El peso de las redes e Internet en la pérdida de socialización es algo que señaló especialmente Susan Greenfield. «El contacto físico o visual es importante para desarrollar las habilidades sociales. Eso no existe en Facebook, por ejemplo, y hace que se pierdan esas citadas habilidades», poniendo sobre la mesa otro concepto a valorar como el «autismo virtual», en el que puede caerse «si no se participa de la vida social».
En este punto, remarcó que «las redes sociales crean adicción y en ellas se abre un círculo vicioso en el que tu ser real es vulnerable. En ellas, la gente prefiere hablar de sí misma antes incluso que les paguen», además de «aumentar la dopamina y reducir nuestra capacidad de pensamiento crítico».
Las pantallas y su relevancia en nuestra vida cotidiana fueron otro de los focos de intervención de Greenfield, destacando aquí que «nos restan historia vital». Y añadió que «cuanto más tiempo pasemos ante una pantalla, mayor es el impacto negativo, especialmente los niños». Por ello, apuesta por recuperar el soporte tradicional. «Leer permite conocer e identificar más que con las pantallas e imágenes. Esa rapidez de la información puede afectar al conocimiento. Leer un libro es la mejor manera de aprender», añadió.
Y reafirmó su discurso afirmando que «pegados a un ordenador, perdemos habilidades sociales, el sentimiento de identidad, podemos ser más agresivos...». Apeló en la recta final de su ponencia a «las emociones», considerando «clave tener un pasado, un presente y un futuro con el que confeccionar nuestra historia vital. Son nuestras historias vitales las que realmente nos hacen diferentes del resto, únicos».
Esas emociones que no pueden conseguirse ni trasladarse a través de las redes «nos permiten llorar, emocionarnos... llevan consigo una secuencia temporal», refiriendo actividades «con conjuguen pasado, presente y futuro, que refuercen la atención y la imaginación, tan sencillas como hacer ejercicio, leer, cocinar, la jardinería, o comer juntos», buscando estímulos pretéritos que recuperen el terreno perdido respecto a las nuevas tecnologías y las redes sociales.