Uno de los principales culpables de que los golpistas de 1936 tomaran Mallorca casi sin luchar esconde un nombre desconocido: Mateo Riera Escandell. Era el jefe de la Guardia de Asalto (la policía creada por la República) y, como tal, responsable de la principal fuerza armada que tenía el gobierno del Frente Popular, con la Guardia Civil, para hacer frente al golpe militar en Palma. En Madrid y Barcelona, por ejemplo, ambos cuerpos fueron leales y claves para derrotar a los alzados. Sin embargo, en la Isla no hubo ningún enfrentamiento. Los golpistas decían de Riera Escandell que era «más fascista» que ellos mismos.
En julio de 1936, el teniente Riera tenía solo 26 años pero ya era un reputado oficial. Se había formado en las academias de Zaragoza, con Francisco Franco de director, y de Toledo, con Vicente Rojo de profesor. La providencia quiso que poco antes del golpe abandonara Barcelona, donde muy posiblemente habría muerto, y fuera destinado a Palma. Como reconoció en una entrevista al historiador Llorenç Capellà, entonces ya apoyaba el levantamiento: «Los militares veíamos que la patria se hundía y no podíamos admitir en el Ejército actitudes tibias. Los alborotos callejeros eran enormes. Si un hombre salía a la calle con corbata, se exponía a ser insultado. Si una mujer portaba una cadenita con un crucifijo, también. Créame, la calle era un caos. Quiero decir que España estaba en peligro y que los militares nos impusimos el deber de salvarla».
En teoría, debía obediencia al gobernador civil republicano, Antonio Espina, pero éste no podría contar con él. Riera y el teniente coronel de la Guardia Civil Álvarez-Ossorio eran los dos alfiles del golpe. El Frente Popular se quedaba así sin cuerpo armado con el que contar. Hasta la mayoría de los carabineros (cuerpo de vigilancia de costa) le dieron la espalda.
Aunque el historiador Tomeu Garí no lo cita entre los responsables directos de la represión, evidentemente colaboró con ella. Como explica Antoni Vidal, en septiembre de 1936 lideró personalmente el asalto a una casa del barrio chino de Palma donde dos socialistas murieron acribillados.
Tras asegurar el control de la Isla, recorrió la Península como oficial de un batallón ciclista compuesto solo por mallorquines. El peor momento de su guerra estaba por llegar: fue herido en el Ebro y vio morir a su comandante, Gonzalo Arnica Ferrer. «Cayó, a mi lado, un pobre sargento con un tiro en la cabeza. Y a un chiquito, que era carnicero, le abrieron el pecho con una ráfaga de ametralladora. En la guerra no sólo se vence o se pierde sino que también se muere. Y esto lo sabemos los soldados», explicaría a Capellá.
En 1938 se casó en Montesión con María Francisca Pascual Esteve. En 1968 era el coronel jefe del regimiento de infantería Palma 47 y después llegó a general. Murió en 1993 con 84 años. Su única hija es la prestigiosa abogada Maria Lina Riera Pascual: «Mi padre y yo nos queríamos muchísimo, pero pensábamos muy distinto. Para él, Franco era su profesor y mentor. Yo, en cambio, siempre he sido progresista». Fue la segunda mujer en colegiarse en Baleares y evitó la urbanización de la Dragonera en 1980.
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