Parece que tras dos años de encargar estudios y crear observatorios, el Govern ha decidido ponerse las pilas y anuncia un plan que pretende «transformar» Balears con un presupuesto de 3.800 millones. Que sí, que son muchos euros, pero al precio que van las cosas me temo que con eso lo único que harán de verdad es algunos lavados de cara, mucha propaganda y, quizá, el tren a Llucmajor que anunciaron a bombo y platillo y que tardará siglos en estar terminado.
Tiene razón la presidenta cuando dice que muchas infraestructuras están hechas unos zorros -parece que, por fin, se han dado una vuelta sobre la misma realidad que pisamos los demás- y han encontrado déficits en muchos puntos esenciales para el bienestar de la población. Bravo. Por ahí se empieza. Pero quizá, aunque sea bueno todo lo que anuncian o al menos una parte, es probable que los ciudadanos no lleguemos a alcanzar ese gozo de vivir que ansiamos por otros motivos. Por ejemplo, nadie se plantea poner coto al mayor de nuestros problemas: la superpoblación.
Por ende, tampoco se acabará con la masificación, el exceso de coches, ruido, follones y alboroto que uno encuentra en todas partes. El calor asfixiante tampoco parece tenerse en cuenta y claramente va a peor. La salida de las autoridades es crecer más, construir más, ampliar las carreteras para que quepan aún más coches, urbanizar la Tramuntana -nuestro castigado pulmón-. En definitiva, hacer de estas Islas un lugar inhabitable, con temperaturas infernales, masas de gente allá donde vayas, coches hasta en la sopa y sudando. Terrorífico. Marga Prohens se gastará ese dinero que no tiene, pero de la verdadera transformación no quiere oír hablar ningún poderoso. Les va el cargo.