La teoría es que los gobiernos se deben valorar por sus hechos. Los programas electorales y el debate de investidura sirven para fijar los objetivos y marcar el camino. Hoy en día, las cosas son diferentes. Los ejecutivos se dedican mucho más a los anuncios que a las realizaciones. Se trata de lanzar intenciones grandilocuentes aunque la mayoría acaben en nada. En la etapa Armengol se promocionó a todo gas un plan inversor multimillonario. Ahora, el Govern Prohens nos dice que va a impulsar inversiones con un presupuesto de 3.800 millones. Grandes titulares. Trompón y fuegos artificiales.
Tendría que ser sorprendente que se haga la promesa de los 3.800 habiendo transcurrido más de la mitad de la legislatura. Lo lógico sería que gran parte de las inversiones estuvieran en marcha. Pero es más importante la imagen que la realidad. La masa crítica es tan frágil e inconsistente que un gobierno que no hace, puede dar la sensación de lo contrario. Así va el mundo...