Nos vemos en la ciénaga

| Palma |

Apenas habíamos iniciado la maniobra de aproximación al aeropuerto de Mérida, en la península de Yucatán, cuando el piloto de la avioneta en la que viajábamos nos avisó que si no conseguíamos aterrizar antes que la tormenta alcanzara la cabecera de la pista, deberíamos virar y remontar el vuelo para buscar una zona de espera con menos turbulencias. Desde aquel momento, se estableció una intensa y apasionante carrera entre la pequeña aeronave y aquella inmensa masa negra de nubes cargadas de agua y electricidad que amenazaba con engullirnos. Apenas habíamos tocado tierra cuando una espesa cortina de lluvia y granizo nos inmovilizó en medio de la pista, sin dejarnos avanzar.

Al PP le sucede algo parecido, intenta forzar por todos los medios elecciones anticipadas antes del comienzo del juicio de la ‘Kitchen’, previsto para mayo o junio del próximo año, al que seguirán los casos ‘Púnica’, ‘Lezo’, piezas de ‘Gürtel’, ‘Tándem’, la operación Catalunya, entre otros. Sueñan con un cambio de ciclo, pero lo cierto es que les queda aún mucho por purgar de su etapa anterior. Con los últimos sucesos, Núñez Feijóo percibe que lo tiene a tocar con los dedos. El socialismo caoba anti Pedro Sánchez también aprieta, es fuego amigo.

Entre el partido condenado en el ‘caso Gürtel’ y el de los presuntos secretarios de organización chungos han convertido el panorama político estatal en una verdadera ciénaga. Un panorama pésimo que para nada invita a pensar que unas elecciones en caliente vayan a aclararlo. Serían una condena, el ciudadano necesita un tiempo de sosiego. Es evidente que los dos partidos ‘dinásticos’ de la Transición no son exactamente lo mismo, hay mucha historia detrás que avala la tesis, pero comparten la creencia de estar ungidos de un merecimiento inagotable que les da derecho a una posición preeminente respecto a los demás. No aprenden, quizás, además de finura, les falta modestia.

Desde la perspectiva de izquierdas, el momento más auténtico sin duda fue el de los 69 diputados de la izquierda alternativa, por lo que tenía de enraizamiento con la movilización popular del 15-M.

La sociedad civil y el espacio político volvían a encontrarse. Entonces, los poderes de siempre –no solamente por venir del pasado profundo, sino, también, porque se creen con derecho sobre el presente y el futuro de los demás– entraron en modo pánico. Se desataron los truenos en las profundidades del estado. Esperando ver pasar el cadáver de su vecino, los socialistas cometieron el error de no anticipar que el acoso y derribo de la izquierda alternativa se convertiría en una estrategia más amplia que les acabaría afectando: «El que pueda hacer, que haga», Aznar dixit.

El lowfare inmisericorde en contra de la izquierda alternativa y los nacionalistas periféricos pretendía el efecto de debilitamiento de los bombardeos preparatorios antes de la batalla final. Ahora, el PP tiene prisa por llegar a este momento antes que la ciénaga les engulle: «Ganas no me faltan, me faltan cuatro votos», es la cruda realidad gracias al contubernio con la división acorazada azul de Vox. Pedro Sánchez ha entonado el Anda Jaleo demasiado tarde, cuando nadie no se fía de nadie. Sadeq Hedayat escribía: «Sólo para darme a conocer a mi sombra». Puede que ni para eso les quede tiempo.

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