El futuro está en la masa

| Palma |

Aunque una gran cantidad de alimentos pueda relacionarse a menudo con una fiesta o una celebración, no deja de ser curiosa la correspondencia que se da entre la comida y los desastres. Un desastre de grandes proporciones suele llevar consigo una gran falta de alimentos y, por tanto, un montón de muertes nada anodinas pero irrelevantes (de estas que nos sacuden unos días y que pronto olvidamos). Digo esto después de enterarme de que ante una posible escalada bélica o una crisis planetaria, así como la toma de una decisión política de enormes magnitudes, en los edificios de las grandes instituciones norteamericanas –el Pentágono, la CIA o la Casa Blanca–, empieza de repente una significativa demanda de pizzas.

Inaudito. Así pues, como si se tratara de una reunión de amigos para ver el partido del año o un plan de fin de semana de sofá, mantita y pizza para llevar a cabo un maratón de series, ante cualquier posible catástrofe las mentes más poderosas y brillantes de EEUU comen pizza. Esto se debe a que una toma de decisiones de gran magnitud obliga a muchas horas de reuniones y trabajo y esto se traduce en una gran cantidad de este plato tan socorrido cuando no se tiene tiempo que perder. Parece de risa, pero no lo es. La pizza es un indicador del peligro potencial que se espera.

Así, antes del último ataque de Israel a Irán, se disparó la demanda de pizzas en los restaurantes cercanos por parte de la Casa Blanca, concretamente en Domino’s, que ofrece gran variedad de masas. Y como la situación no ha hecho más que agravarse, esta demanda seguirá escalando posiciones. En fin, estamos ante la teoría del pizzómetro que no se puede obviar: a más pizzas consumidas, mayor hecatombe nos espera. Socorro.

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