Después del desastre, me refiero. Que yo sepa, la pregunta «¿Y después qué?», que tantas noches de insomnio ha provocado y tanto suele atormentar a la gente, nunca fue medianamente respondida, por lo que vaya por delante que yo tampoco sé qué puede hacer el Gobierno, y el PSOE, después del gran descalabro, con documentación y grabaciones muy explícitas, de la semana pasada. Y eso que el escabroso asunto del después es uno de los más estudiados del mundo, y está de gran actualidad como prueba la proliferación por todas partes del prefijo pos (o post). Postindustrial, posmoderno, posverdad, posapocalíptico, pospartido, posguerra, posfeminismo, posestructuralismo…Vivimos hace tiempo en el después de muchísimas cosas, y ni así sabemos todavía qué hacer después. Sobre todo si es después de un cataclismo, como cuentan las canciones de amor y relatos posapocalípticos. En estos últimos, de hecho, el posapocalípsis siempre suele ser peor, y mucho más largo, que el apocalipsis en sí. Sin embargo, hay algunas cosas que de ninguna manera conviene hace ese infausto día después. Pasar página, por ejemplo, en la pretensión de que agua pasada no mueve molino. Porque tenemos los dedos desgastado y encallecidos de tanto pasar páginas, y hasta en la era de la posverdad sabemos que eso es mentira y no sirve para nada. No existe el agua pasada, y en cualquier caso, es la que mueve más molinos. Más le vale al Gobierno, y al PSOE, no intentar siquiera este torpe subterfugio para capear el después. Eso sirve cuando aún estamos en (en lo que sea), pero no después. Atolondrarse y realizar toda clase de actividades como si no pasase nada, es el recurso más tonto de todos. Sí que pasa, puesto que ya ha pasado. Y esa es la gran dificultad, a menudo insalvable, del después. Que es después, y por tanto, aunque resulte increíble, ya no tiene remedio. No estamos en el partido, sino en el pospartido. Otro mundo, en el que sólo cabe esperar que empiece otro partido. Porque en realidad, y tardaba en decirlo, cuando no se puede hacer nada no hay que hacer nada. Lo más difícil que existe, sobre todo para un Gobierno, ya que implica dejar de serlo. Y después, ya se verá. Pero será otro después.
Qué hacer después
Enrique Lázaro | Palma |