La seguridad siempre ha sido muy importante y cada vez lo es más. La extrema derecha del mundo saca mucha tajada de eso, sube como la espuma por su fiereza contra la inmigración. Por seguridad, dicen. En EEUU es una obsesión y no digamos en Israel, que ha empezado otra guerra preventiva contra Irán (guerra por si acaso), a la que fatalmente arrastrará pronto a EEUU. Como si no tuviese suficiente con el exterminio de palestinos, también defensivo y por seguridad. Mientras, en Europa no se habla de otra cosa. De la necesidad de aumentar nuestro gasto en seguridad, puesto que si no nos defendemos nosotros, nadie lo hará. Todo lo cual, por supuesto, no deja de incrementar nuestra sensación de inseguridad, bastante patológica ya.
Y es igual que algunas voces calmosas repitan que la seguridad completa no existe, porque eso es precisamente lo que genera más inseguridad. ¿Y qué opino de esta barbarie defensiva? Nada especial, puesto que no tiene remedio y siempre ha sido así. Basta leer la Biblia para entenderlo de una vez por todas. Yavé, Dios del Antiguo Testamento, es la seguridad en sí, lo que le hace extraordinariamente vengativo. ¿Y eso persiste en nuestros días? Puede ser, según dónde, depende. No estoy seguro. En realidad, y eso que yo sí que leí la Biblia, no recuerdo haber estado nunca muy seguro de nada, salvo obviedades elementales de tipo aritmético, histórico o literario. El resto son un quizá, a veces, según. Mi ventaja es que, por la costumbre, me muevo bastante bien en un mar de dudas, floto, buceo como una foca, nado estilo libre, espalda o braza, dependiendo del tamaño y movilidad de las dudas… Hasta sé hacerme el muerto en ese mar, para no agotarme inútilmente.
Me llevo bien con las dudas y, en cambio, las certezas me asfixian. Y he visto a individuos mucho más capaces que yo ahogarse por el peso de sus convicciones. Virginia Woolf, por ejemplo, que aumentó dicho peso llenándose los bolsillos de piedras antes de lanzarse al río Ouse. ¡Ah, las convicciones, qué peligrosas son! Prefiero la incertidumbre. Paradójicamente, ahora que la seguridad es Dios, aumenta la incertidumbre. Dicen que son tiempos de incertidumbre. No estoy seguro de eso.
"Hacer el muerto en un mar de dudas" es, sin duda, una gran frase. Un placer leerle, sr. Lázaro.