Cada vez que escuchaba el ‘porque yo lo valgo’ de un anuncio publicitario de una conocida marca de productos de belleza al tiempo que veía esa mano deslizar la cabellera ondulante de quien pronunciaba, el porque yo lo valgo, mujer, claro está, yo perdía volumen capilar. Si nos ponemos estupendas, vaya por delante que no somos actrices de cine, no formamos parte del espectáculo, no somos Andie MacDowell, aunque hemos decidido apear el tinte y lucir canas por convencimiento. Lo hacemos por economía de recursos y salud capilar. También porque nos da la gana. Sin más.
A un día de otro 25 de noviembre, donde se volverán a recordar en cifras las mujeres asesinadas por esos mequetrefes que un buen día se despertaron Romeo y les hicieron creer que eran Julietas, ya no doy crédito a casi nada. Casi todo me parece publicidad. Inclusive los festejos del día ‘de’. ¿De qué?
Otro 25 de noviembre, otro 8 de marzo, otro 10 de diciembre. Los derechos de las mujeres al traste, la violencia de género, usted de qué está hablando, los derechos humanos. ¡Eufemismos! Llamemos a las cosas por su nombre. Odio a quien tiene un sexo distinto al tuyo, odio a quien engendra, miedo a que esos miserables dejen de votarte y, por encima de todo, esa soledad de quien ha perdido todos los trenes. No por impuntual sino porque naciste en una casa donde el linaje es Paria, el apodo es Perdido y el nombre es Esclavo. Pues eso, ¡porque yo lo valgo’.
Hoy me he enredado y he caído en los bajos fondos. He visto en un reel la última del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, quien se da besos por su gesto de amor hacia su santa porque ha decidido tender la ropa para liberarla de la carga. Ay qué escena de neorrealismo italiano, el tendal en la cocina, con sus sujetadores y sus calzoncillos al calor de los vapores de la olla. Me ha enternecido este Jerry Lewis de Madrid. Me ha sorprendido que cuente esa escena más propia de Marcello Mastroianni y Sofia Loren en una Jornada particular.
Solo que, ¡a estas alturas y Joselu sigue sin entender na de na! Nos liberamos de otras maneras, no queremos favores, no los necesitamos, las mujeres conocemos el precio que se paga por serlo, y si naces y te llamas y apellidas Esclava Paria, Perdida de alias, mucho peor. Además que demostrar amor porque tiendes la ropa es un tanto piltrafilla, Joselu. Como lo de ‘la he sacado a pasear’.
¿Cómo hacerles entender a los Bosé del mundo, a los Aznares de las poltronas, a los Rubiales de las canchas, a los Trump chiflados, y a los Errejón de las veredas izquierdas, que así no concebimos el mundo? No, este 25 de noviembre, con amenazas de bombas, con Palestina descuartizada, con el hedor del fango que sigue moliendo a las gentes de Valencia, con esos niños que recorren kilómetros para buscar agua, con las mujeres violadas y las niñas esclavizadas, volveremos a llenar una fecha que no queremos hueca.