Todavía falta bastante hasta el solsticio de invierno, que llegará el sábado 21 de diciembre a las 10.15 de la mañana, pero debido a la gran cantidad de desdichas climáticas y humanas que venimos soportando, muchos experimentamos ya cierta ansiedad invernal, y convencidos de que hibernar es el único recurso intelectual que nos queda, no vemos el momento de que llegue ese sábado remoto. A la ansiedad se añade la nostalgia de cuando los inviernos eran inviernos, el vino se congelaba en las botellas, las crestas de los gallos se helaban y se caían al suelo, el aliento se volvía carámbanos en pocos segundos, y al pan congelado había que partirlo a hachazos. Fuera, por supuesto, aullaban los lobos. Ah, cuando los inviernos eran inviernos. Este excelente título, por supuesto, no es mío, pertenece a un hermoso libro de Bernd Brunner (Ed. Acantilado) que ya les mencioné, y que he estado leyendo estos días para matar el gusanillo. Fascinante, la historia del invierno cuando había inviernos, y muy crudos. De hecho, desde el siglo XV a mediados del XIX vivimos en una llamada Pequeña Edad del Hielo, con una cúspide gélida en el invierno de 1708, que es cuando los gallos perdían las crestas y el vino se congelaba en las botellas, según contó Isabel Carlota, duquesa de Orleans. Antes, Olaus Magnus (1490-1557), en su Historia de las gentes septentrionales, hablaba de lobos que se les congelan los ojos, vajillas de barro que revientan y clavos que saltan de las paredes. El 1816, durante un mítico verano sin verano, Mary Shelley escribió Frankenstein envuelta en tres mantas, y el 26 de enero de 1855, la noche que el poeta Gérard de Nerval se ahorcó en un callejón del mercado parisino de Les Halles, las aguas residuales se helaban en los albañales. ¡Cieno helado! El célebre invierno en Mallorca de George Sand y Frédéric Chopin también fue tremendo, y aunque ahí terminó la Pequeña Edad del Hielo, aún recuerdo en mi infancia el duro invierno de 1962, cuando se heló el lago Constanza. De hecho, hasta poco antes de que estallase el calentamiento global, los expertos pronosticaban una inminente era glacial. Y aquí estamos, esperando el invierno. Contando historias del frío.