Carlos Mazón. Seguramente la mayoría de los ciudadanos fuera de la Comunitat Valenciana ignoraba hasta ahora quién es este tipo. Uno más del grupet de peperos-voxeros que se auparon al poder en las últimas elecciones autonómicas en distintos territorios. Ahora todos le ponemos cara e incluso currículum. Nos bastaba saber que nombró conseller de Cultura a un torero para hacernos una idea de su perfil ideológico. Algunos medios de derechas intentan estos días lavarle la cara, porque lo va a necesitar. Pobrecito. Creía, como tantos políticos que escogieron esa carrera en su tierna juventud, que gobernar era manejar mucho dinero público y asistir a un acto público detrás de otro, estrechar manos, sonreír, codearse con lo mejorcito de la sociedad. Luego llueve barro y a uno se le cae el mundo encima. Sí, parece que gobernar consiste en resolver problemas y a veces, por desgracia, los problemas son muy muy gordos. Y hace falta tener inteligencia, capacidad de reacción, frialdad y conocimientos, o al menos rodearse de quien los tiene. A Mazón le ha faltado todo. Y le ha sobrado soberbia y cobardía. ¿Tienes a miles de personas en peligro extremo y te lo piensas? ¿Gente muriendo y familias buscando a seres queridos en el lodo y te pones a pensar si políticamente esto es así o asá? ¡Por favor! Quizá el tipejo, que ha sido costalero del Cristo de la Buena Muerte durante décadas, creía que una intervención divina le salvaría a él y a sus conciudadanos que se ahogaban. No basta sacarte una carrera y afiliarte a un partido para ser gobernante. Lo malo es que eso solo se demuestra cuando pintan bastos. Y a este, además de inaugurar las fallas y animar a su equipo de fútbol, le han tocado unos bastos vastísimos.
Mazón
Amaya Michelena | Palma |