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Compasión, solidaridad y crispación

| Palma |

Hay 71 municipios de la provincia de Valencia afectados por la DANA y la riada del 29 de octubre. La población que vive en este territorio -sin contar Valencia- es de 883.000 personas, equivalente a casi dos veces la población de Palma. Para hacernos una idea, Mallorca tiene 929.950 habitantes, por lo que más o menos vive en estos pueblos valencianos una cantidad similar a la población de nuestra Isla quitando Manacor y Santanyí. La superficie, también sin contar la capital, es de alrededor de 3.805 kilómetros cuadrados, algo más que Mallorca, que cuenta con una extensión de 3.640 km². Sería como la superficie de toda la Isla más la de Felanitx. Es evidente que no todos los municipios están afectados por igual, y es muy difícil ser consciente de la magnitud del desastre sin verlo en persona, pero esta comparativa sumada a los más de 200 fallecidos y a los desaparecidos y personas muertas sin identificar ayuda a entender por qué es una de las mayores catástrofes naturales de la historia de España. Hay mucho territorio arrasado que hay que limpiar y reconstruir, y mucha gente a la que asistir porque que se ha quedado sin nada.

¿Por qué? Te invade el desconcierto y la compasión. No puedes evitar dar las gracias porque aquí la lluvia no ha hecho daño y tu familia y los tuyos están bien, pero también sientes miedo, impotencia y rabia. Te acuerdas de Sant Llorenç y lloras de tristeza porque necesitábamos lluvia pero ha venido la devastación. No hay derecho.

La solidaridad que han demostrado los voluntarios que han acudido a las zonas damnificadas, así como los equipos de rescate y los ciudadanos de todo el país que han donado dinero o material, es lo mejor que nos deja este desastre. Las buenas personas hacemos menos ruido, pero somos más.

La riada era inevitable, pero se podría haber minimizado la hecatombe con más anticipación. Además, se ha actuado mal y tarde en respuesta al desastre. Durante días han reinado la inoperancia, la desorganización y el maniqueísmo. Uno se pregunta si somos un país desarrollado cuando todo falla, y tanto gobiernos como empresas deberán tomar nota.

No tengo duda de que a partir de ahora mejorará el sistema de alarmas y de que haremos caso a los avisos. Quedarse en casa significará la mayor parte de las veces un día perdido, pero esto también es solidaridad.

Y en último lugar, otra lección de estos días es que la gente está muy enfadada. Hay una gran crispación contra la clase política. No nos puede sorprender en los tiempos que vivimos, pero me ha impactado ver cómo la gente de Paiporta se ha encarado con los Reyes para hacerles entender su desacuerdo y su indignación. También hemos visto comportamientos intolerantes y delictivos de toda índole que no deberían quedar impunes. Quedémonos con la solidaridad, la valentía y el humanismo en lugar de con los bulos y la hipocresía.

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