Con eso de la credibilidad suceden cosas muy extrañas, que cuanto más las analizas, menos te las crees. Muchos dicen que la credibilidad es algo que se tiene o no se tiene, como un lunar o marca de nacimiento, pero lo cierto que es que no se sabe de nadie que la tenga, y ya hace tiempo que no se pueden hacer diccionarios de autoridades, porque las autoridades también carecen de credibilidad. Sobre todo las autoridades. «Esa será tu opinión», masculla la gente. Otros muchos aseguran que la credibilidad se gana o se pierde, como en el fútbol o la lotería, pero siempre que lo dicen es para señalar la pérdida total de credibilidad de alguien. El Gobierno, por ejemplo. O el Congreso, o los Bancos, o la judicatura. Incluso la democracia liberal, que pierde credibilidad a chorros. Es curioso, pero conforme personas e instituciones pierden credibilidad, también las que nunca la tuvieron, a la par crece paralelamente la credulidad general. Nada tiene credibilidad, ni políticos, ni intelectuales ni expertos, pero la gente jamás había sido tan crédula. ¡Se lo tragan todo! No me digan que no es un fenómeno increíble. Por El hombre que mató a Liberty Valance, western de John Ford, sabemos que si la leyenda es superior a la realidad, hay que quedarse con la leyenda. Pero las leyendas y los mitos no tienen ya ninguna credibilidad. ¿Y en qué creen entonces esas multitudes crédulas, si hasta Dios carece de credibilidad? En sí mismos, naturalmente, una cosa que está de moda y es el colmo de la credulidad. «Tengo mucha confianza en mí mismo», proclaman orgullosos. O a la inversa: «Le falta confianza en sí mismo. No llegará a nada». Así pues, la credibilidad está en uno mismo, como el duodeno. ¿Toda? No toda, también hay que contar con el teléfono móvil. El móvil no sólo es la única cosa del mundo que tiene credibilidad, sino que ésta aumenta sin cesar. Es la mayor fuente de credibilidad contemporánea, que surte de ideas, datos, emociones, informaciones y creencias a los crédulos. Ningún individuo ni institución humana puede aspirar a la credibilidad de un teléfono móvil. Ya les dije que esto de la credibilidad era algo muy extraño, imposible de medir. Increíble, en definitiva.
Credibilidad
Enrique Lázaro | Palma |